Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

MONARCOMANIA DEL PROTECTOR 13 no se podía, sin grave peligro de un fracaso, hacer cosa parecida. De ahí que Monteagudo, en perfecta inteligencia con su jefo, proce– diese con cautela y moderación concordes con su pésima causa. La primera campanada, que dice Mitre, diose en el número 6 de El Pacificador del Perú, correspondiente al 30 de mayo de 1821, preantevíspera de la conferencia secreta de Punchauca a que ya he– mos aludido y que se celebró el 2 de junio de dicho año. Como era la primera vez que hundíase la tienta en las entrañas de la opinión peruana, debía el instrumento de exploración aparecer como traído y removido por ajena mano. Fingióse la reproducción de un artículo llegado en periódico de fuera. Y en él se decía: ''Todo hombre que sepa leer y escribir, que conozca su país y que desee el orden, es natural prefiera una monarquía a la continuación de la inquietud y confusión. Que los enemigos de la paz del Estado sean enemigos de este proyecto, parece indisputable". La campanada sólo produjo protestas y murmuraciones en el campamento, o sea en Barranca, donde, como ya sabemos, publicá– base El Pacific.ador del Perú; y como esta hoja apenas si circu– laba escasa y subrepticiamente en Lima, el éxito preferente queda– ba desvirtuado. XII Pero el tenaz Monteagudo, en el número 11, del 20 de julio, volvió a la carga, comentando el hecho de la desocupación de Li– ma, en un artículo editorial, que bien vale la pena de que repro– duzcamos íntegro. "La capital del Perú, dice, el gran pueblo de Lima, el centro de impulsión y de recursos para todas las empresas que hasta hoy se han sostenido contra la independencia, en la parte meridional de América; esa ciudad cuyo nombre no podía escucharse sin re– cordar grandes desgracias y crue1es tentativas para apagar el fue– go sagrado; . ese z,silo, en fin, del despotismo inquisitorial y de la tiranía española ( 6) -acaba de cambiar su ser enteramente, y de entrar en el espíritu del tiempo, desprendiéndose para siempre de la cadena que la ligaba a los siglos antiguos. El general La Serna ha evacuado la capital el 6 del que rige; y, o bien sea éste (6) Escribía Monteaguao, en Lima mismo, estas frases tan poco gratas para la capital del Perú, que por cierto no tenía la culpa de lo que en su seno pudieron hacer los españoles, precisamente con daño, explotación y opresión de su pueblo. Ya se colegirá, por lo que hacía presente, lo que el ministro expulsado y resentido escribiría, ausente, a renglón seguido de su expulsión. Lo veremos en breve.

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