Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

14 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ un movimiento de defensa, como él supone; o un paso forzado por las circunstancias a. que se vio reducido- de todos modos, la evacuación de Lima cierra la época sdngrienta que empezó para el Perú con la conquista de la isla Puná. Hay en la historia acon– tecimientos que, por su trascendencia, dan al momento en que suceden el valor que sólo es propio de la duración continua de muchos siglos. El día en que pisó el valle de Tumbes, el primer aventurero español -Ped110 de Candia- que, dejando a sus trece compañeros en la costa, osó insultar al cielo, presentándose a los naturales del país con la cruz en una mano y la espada en otra, ha durado hasta ahora por el tremendo enlace de los horrores que se han experimentado desde entonces; pero el día 6 de julio de 1821 aún alcanzará a la posteridad de cien generaciones que se sucedan, si es que los hombres no vuelven atrás en la marcha que han emprendido, y pierden la experiencia y el poder intelectual que hoy poseen en eminente grado. -Al examinar la proclama del general La Serna, prescindimos por ahora de la poca justicia con que sostiene haberse franqueado a todo género de sacrificios de acuerdo con la Junta de Pacificación; y sólo le concedemos que, desde luego, algunas de sus proposiciones habrían merecido el nombre de sacrificios, en una época menos difícil para los es– pañoles, y más incierta para nosotros; pero, en el estado actual, era tan natural que las hicies~, como extraño el que, para frus– trarlas, añadiese siempre modificaciones, cuyo objeto es bien co– nocido, cuando el interés público pugna con el de los negociado– res, que, en vez de transigir, sólo apetecen envolver en peligros y dificultades sus miras ostensibles.- Dejando para después la dis– cusión de esta materia, daremos una ojeada sobre el vasto campo que se presenta a los pernanos que desean empezar a ejercitar su energía, y hacer, con menos peligros que otros pueblos, el ensayo de sus aptitudes sociales para una nueva forma de gobierno, y ponga los cimientos de una obra que deben perfeccionar las cos– tumbres, y no las leyes. Aniquilar completamente el influjo penin– sular, y, lo que es aún más importante y difícil, corregir las ideas inexactas que tienen los pueblos, así de sus derechos como de sus deberes -tales son los dos grandes puntos de mira que han de fijar la atención y reunir los esfuerzos de los que conocen los me– dios de mejorar las instituciones humanas, y de los que sienten la necesidad de cooperar con su obediencia a su más pronta re– forma.- El vencimiento de los españoles ha entrado ya en la clase de los esfuerzos subalternos que exige la independencia de América. Dirigiendo con método las operaciones militares, y buscando al enemigo cuando convenga, con el denuedo que lo harz buscado

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