Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

16 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ triunfo para nuestros enemigos sería el que saliésemos de ella. En todos los ramos de prosperidad pública, y aún en los que sólo di· cen respecto a la comodidad doméstica, hay grandes reformas que hacer. En general, puede decirse sin riesgo de error, aunque con apariencia de preocupación, que es preciso despojar nuestras ins– tituciones y costumbres de todo lo que sea español, e infundir a nuestra constitución política una nueva salud, para que resista sus enfermedades, según la expresión que usó, en otra oportunidad, el memorable lord Chattam. Pero, como el hacer todas las reformas# exabrupto y sin discreción, es también un defecto español, en que actualmente están incurriendo las cortes, precipitando las variacio· nes religiosas y políticas que exigía la península - debemos pre– cavernos de incurrir en él, y preparar gradualmente las mejoras a fque está dispuesto el país, y de que es susceptible, por la docili~ dad y tendencia quE\ tiene el adelantamiento de su carácter social. Haremos, en los números siguientes, algunas observaciones sobre esta mnteria, y esperamos que ellas no sean indiferentes a los que desean la verdadera felicidad del Perú; a ella nos hemos consagra– do; y, si nuestros esfuerzos no merecen llam·arse heroicos, estamos satisfechos de que lo son nuestros deseos, porque ellos se extien– den hasta donde puede llegar el bienestar y la libertad práctica del pueblo peruano". XIII Este artículo, que como dice Mitre, "al hablar, sin precisarla, de una nueva forma de gobierno, envolvía una incógnita, que podía ser desde el despotismo militar hasta la monarquía constitucional" (7), llenó casi todo el número octavo de la Gaceta del Gobierno, ( 4 de agosto) en el cual se reprodujo, como para manifestar que las ideas en él vertidas tenían la aprobación y el beneplácito del Pro– tector; y, aunque Monteagudo no hubiera llegado a escribir y pu– blicar su "Memoria sobre los principios políticos que siguió en la administración del Perú", dicho artículo bastaría para comprender cuáles fueron los pensamientos y propósitos de este hombre de Estado, al cruzar por las alturas del poder; pensamiento y propó– sitos que nada importarían si, en los yerros que por ellos come– tió, no se hubiese visto, gracias a su perniciosa influencia, envuel– to y arrastrado San Martín. El somnolente quietismo de éste que– da explicado por la extraña convicción de que "el vencimiento de los españoles había entrado en las clase de los esfuerzos subalter- (7) Op . cit., t . III, pág . 179 .

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