Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
MONARCOMANIA DEL PROTECTOR 17 nos exigidos por la independencia de América", y de que era fac– tible "buscar al enemigo cuando conviniera"; a pesar de que tal enemigo, en la plena tranquilidad y libertad de acción que se le concedía, poníase en aptitud de crecer, disciplinarse y buscar al adversario, antes de ser buscado por él; y aunque bien se conocía que "conseguiría desolar el país"; y se palpaba la iniquidad de ha– cer "sufrir los males de la guerra a algunas honradas familias", cu– ya sola "culpa era pertenecer a los españoles", respecto a quienes confesábase que, "por el capricho de sus mandones, seguían un partido que chocaba quizá a su convencimiento y a · sus especula– ciones". ¿No es esta sola frase la condenación, por la propia plu– ma de su autor, de la persecución tenaz e inmerecida que el Pro– tectorado emprendiera, sist~mática e innecesariamente, contra los peninsulares? Y el Protectorado mismo, con su asalto inicuo del poder, con el Est~tuto monocrático que lo siguió, con su nobleza prorrogada, su Consejo de Estado heráldico-militar, su ridícula Orden del Sol y su antipática Sociedad Patriótica_. sus obsequios al ejército con sacrificio del Erario y demás errores, impropiedades y futilezas, ¿qué otra cosa eran sino consecuencia lógica de la mo– narcomanía súbita surgente en el ánimo del autócrata intruso y de su ministro; del designio bastardo de "corregir las ideas inexac– tas que los pueblos tenían así de sus derechos como de sus debe– res"; del necio postulado consistente en que "la guerra habría de ser un preservativo contra el influjo de las antipatías locales" y contra "la anarquía", más bien que "un escollo en que pudiera naufragar la causa de América"; de la despótica y trasnochada doctrina tendiente a ''conceder'" que los pueblos fueran libres "so– briamente"; y del p~an calculado de "preparar al Perú gradual– menten para esas reformas, innor.ninadas, si bien clarísimas, a que se le suponía "dispuesto, por su docilidad", y ~ las que estaba en la obligación de "cooperar con su obeé:Liencia"?. La historia debe detenerse a compulsar estas pruebas, que los propios actores le suministran, a fin de basar su juicio y pronunciar su fallo, con– vencida y severa, no en consideración a una gratitud sentimental, sino a los fueros de la verdad, a los dictados de la razón, los home– najes que se merece la justicia y el respeto debido a la posteridad. XIV No fueron, entre tanto, muy favorables los efectos que se pre~ tendían con la intentona precedente. Consta que a ella respondió el descotento público, y consta, por el testimonio inapelable de los escritores de la época. Oigamos, sobre este tópico, a Mariáte-
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