Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
MONARCOMANIA DEL PROTECTOR 21 cubierto de gloría. Y esas reconvenciones eran en voz alta, para que los oficiales del Ministerio las oyeran" (9). Nada hay que agregar a las líneas precedentes; su elocuencia, veracidad y prestigio relévannos de todo comentario. XVI La reacción sanmartinista de fines del pasado siglo -suscitada por los escritos de historiadores peruanos y argentinos, como Paz Soldán y Mitre-, no ha dejado de encontrar razones plausibles para absolver al héroe, del pecado capital que le enrostramos en el presente capítulo. Para Paz Soldán resulta natural que el Protecteir y Monteagudo, una vez colocados al frente del poder, abrieran campo en él, y procuraran cuantos medios pudiesen, para la realización de ideas que en todo caso, profesaban de buena fe; tanto más, cuanto que no pretendían imponerlas. Admira ese autor el desprendimiento de personajes que, al optar por la monarquía, decidían su propio apartamiento o eliminación del escenario político; y, en fin, gene– raliza el yerro y la inconsecuencia cometidos por ambos próceres, diciendo no ser suyos exclusivamente, sino culpa común impu– table a los fundadores de los Estados de América. "San Martín, dice, tenía ideas fijas acerca del sistema de go– bierno que en su concepto convenía establecer en el Perú y en toda la América independiente; y, aunque pudo adoptar en el Estatuto uno conforme a sus planes, hasta que el Congreso Constituyente eligiera difinitivamente la forma de gobierno que creyere más con– forme a nuestras costumbres, y más análoga a las circunstancias políticas, económicas y sociales en que nos encontrábamos; él no quería imponer su voluntad en puntos tan propios de la soberanía nacional. Muy grande para coactar esa soberanía, su objeto era dar libertad al Perú y dejarlo dueño de su albedrío para establecer su régimen interior. Pero sus creencias, apoyadas en la experiencia de diez años de revolución, en la cual había figurado siempre en los más elevados puestos, eran contrarias al régimen republicano, y procuraba dirigir la opinión en este sentido. Por ello le vemos desde el principio seguir una marcha conforme con sus convicciones, preparando el terreno según sus creencias, mas no violentando la opinión de nadie . .. Su ministro Monteagudo participaba de las mis– mas opiniones en cuanto a sistema de gobierno . .. y nada más na– tural que las pusiera en práctica cuando ocupara un lugar tan (9) Op. et loe. cits., págs. 84 y 85.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx