Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
22 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ elevado: por errados que fueran sus conceptos tenían el merito de la franqueza y el apoyo de sus convicciones, después de doce años de revolución . .. Dueños de la capital, podían, con toda franqueza y con mayores elementos, realizar sus ideas. Si San Martín y Mon– teagudo procedían con honradez, no debían creer una cosa y eje· cutar otra: los hombres sin conciencia o faltos de moralidad polí... tica, proceden así: engañan al pueblo, haciéndole entender que piensan como él, y obran en sentido opuesto. La pr.obidad de San Martín era verdadera y su patriotismo a toda prueba : su gloria la cifraba en dar libertad a la América, mas no en dominarla. Desde que pisó las playas del Perú, todos sus actos los encaminaba a establecer un gobierno monárquico. . . Las mejores ideas mueren en su cuna y los principios no progresan, si sus fundamentos no se / generalizan en las masas. Es cierto que son necesarios todos los esfuerzos humanos para hacer fecundo un árbol en terreno inapa– rente. Los Estados americanos, que sufrieron tánto bajo el dominio monárquico, debían detestar esos principios, bajo cualquier forma que se les cubriera. San Martín y su ministro pensaban que en el Perú todo se hallaba preparado para aceptar un rey, porque supo· nían que en el resto del país dominaban las ideas y creencias aris– tocráticas que observaban en Lima. Por esto vemos a esos dos ge– nios esforzarse en preparar el terreno y aumentar los elementos para fundar una monarquía . .. El deseo de fundar monarquías en los nuevos Estados independientes, no era sólo de San Martín: este plan existía en todo el continente de Sud-América, más o menos profundamente arraigado. Las convulsiones inreriores de que eran presa cada una de las antiguas colonias, se atribuían a las institu– ciones eminentemente liberales, y no a la ignorancia en que esta– ban los pueblos ~ sus mismos gobernantes. Chile quizá fue el pri– mero en dar el ejemplo de querer mendigar, en Europa, un rey escogido entre familias que se llaman antiguas, y que, si tienen el mérito de la antigüedad, también conservan el recuerdo de los vicios del linaje humano y de los crímenes de que es capaz. En 1818 (diciembre), el primer ministro que Chile envió a Europa, don }osé Antonio Irisarri, tuvo la especial comisión de buscar un príncipe europeo para Chile. Si este deseo no tuvo efecto, o si el pensamiento se varió, no por esto dejó Chile de tener la iniciativa y que O'Higgins fuera el que firmara las instrucciones. Chile no es– tuvo, pues, exento y puro de aquel lamentable error, como ha que– rido_probarlo uno de sus más elegantes escritores, y ¡cosa notable! presenta los documentos de que existió allí el plan de monarquía, y lo considera puro, porque sólo se varió éste. El mismo argumento
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