Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

MONARCOMANIA DEL PROTECTOR 23 Y las mismas razones militan a favor de San Martín, que inició otra monarquía y no tuvo efecto, porque los poderes de los envia-– dos fueron revocados. Pueirredón con su ministro Tagle, en las PP. del Río 'de La Plata, preparaba al mismo tiem vo iguales planes de monarquía desde 1817, dando instrucciones a Rivadavia, y algunos de sus autores pagaron 'después bien caro su deseo. En Colombia existieron iguales planes. México fue más adelante que los otros Estados en sus proyectos de monarquía ¿Qué extraño, pues, que San Martín que estaba en relación directa con Pueirredón y O'Hig– gins, hubiera querido realizar el plan combinado anticipadamente?" {JO). XVII Cabalmente, en el Estatuto que dio para el Perú, esencialmente dictatorial o monocrático, San Martín, contra lo que Paz Soldán nos dice, había adoptado una forma de gobierno que pudiéramos denominar propedéutica, esto es, preparatoria y conducente a la ejecución de sus planes. No es cierto que no pretendiera imponer su voluntad "en puntos tan propios de la soberanía nacional": muy al contrario, con alto desprecio de ésta, mucho antes de la ocupa– ción de Lima, el 2 de junio, se permitió, por sí y ante sí, promover la erección de la monarquía en las conferencias secretas de Pun– chauca; y, sin más consultas ni aquiescencia que la de sus cuatro hechuras, los militares y nobles del Consejo de Estado; sin espe– rar la deliberación de asamblea popular alguna, cuya reunión mas bien incidió en dificultar; y sin intentar siquiera la más insigni– ficante manifestación de la opinión general, como lo había hecho en julio, en pos de la declaratoria de independencia; avanzóse el 2 de diciembre a instruir y enviar una embajada~ que en Europa llenase la esencial misión de mendigar un príncipe. ¿No era esto prescindir del consentimiento y de la soberanía de todos, e impo– ner su exclusiva voluntad? La "franqueza", la "buena fe", el sano deseo, no son "méritos" que absuelvan de yerros tan capitales y tan graves, como este renunciamiento y socavamiento de la propia obra; como este atentado contra la vida institucional de un pue– blo, doblegándolo al capricho de sus dirigentes, pisoteándolo en su albedrío, apagando su voz, coactando su dignidad. Tampoco es exacto que el Protector y su ministro obrasen con honradez y sinceridad, y se abstuviesen de engañar al pueblo, co- {10) Op. cit., t. I, págs. 266 a 268.

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