Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

24 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ mo hacen otros., dándole a entender que piensan como él, y obran– do entre tanto en sentido opuesto. Al instituir el Protectorado, San Martín "comprometió su palabra, ofreciendo solemnemente a los pueblos del Perú, que, en el momento mismo en que su territorio fuera libre, haría dimisión del mando, para hacer lugar al gobier– no que ellos tuviesen a bien elegir". . . ¿Y cuándo le manifestaron los pueblos que su decisión se inclinaba a la monarquía? En cuanto a Monteagudo, mucho después de haber actuado como su– gestor y cómplice de las medidas monarquizantes, o sea de esa se– rie de atentados contra la libertad y la soberanía del Perú, mintió ante éste y "lo engañó", cuando, en la "Exposición de las tareas administrativas del gobierno protectora!, desde su instalación has– ta el 15 de julio de 1822", decía: "Tenemos fuerza para combatir y opinión para triunfar. Y, al hablar de la opinión, es preciso ha– cer saber al enemigo que ella es uniforme y general en todas las clases del pueblo. ¡Desgraciado el que imagine lo contrario! Ya no hay sino un solo sentimiento acerca de la independencia de Amé– rica: y, en prueba de su universalidad, la única cuestión que ocu– pa a los que piensan es acerca de la forma de gobierno que con– venga adoptar: el nombre de rey se ha hecho odioso a los que aman la libertad; el sistema r!!publicano inspira confianza a los que temen la esclavitud: este gran problema será resuelto en el próxi– mo congreso: la vountad general dará la ley, y ella será respetada y sostenida". Palabras, dice su mismo biógrafo Fregueiro, que es tam– bién uno de sus mayores panegiristas; palabras que "no eran since– ras ni ciertas", como dichas,, agregamos nosotros por quien acaba– ba de expedir instrucciones y enviar comisionados para solicitar ese mismo rey cuyo solo nombre era odioso a los amantes de la libertad verdadera: ¡indigna falsedaa1, supina hiprocresía !. Llamar "pura" la monarcomanía del Protector, porque sus de– signios no tuvieron efecto, parodiando esa misma argumentación que Paz Soldán critica en el autor chileno, es perfectamente inexac– to, además de pueril. Inexacto, si se considera la intención envuel– ta en el final de la frase, al recordar que "los poderes de los en– viados fueron revocados" después. Sí que lo fueron, pero no por el propio San Martín, como esa afirmación inmediata y desnuda, podría darlo a entender; sino por el Congreso Constituyente, ins– taurado el propio día del retiro de aquél. Y esa revocación no es sanción que salve al inculpado; es, al contrario un fallo que lo condena; porque sus causas fueron: la eterna impopularidad del plan en el Perú; y el escándalo, la indignación que, en el instante mis– mo de ser conocidos los reservados comienzos de su perpetración,

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