Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

MONARCOMANIA DEL PROTECTOR 25 prodújose, al unísono, en el ánimo del Congreso. Ya veremos esto último en el lugar correspondiente. En fin, la generalidad de la culpa no exime de la responsabi– lidad resultante de ella. Muy dueños fueron, el chileno O'Higgins en Chile, el argentjno Pueirredón en la Argentina, el mejicano Itur– bide en Méjico y el colombiano Bolívar en Colombia, de erigir a sus respectivas patrias en monarquías, o en lo que más les convinie– ra; pero los argentinos San Martín y Montegudo no tenían el de– recho de hacer lo mismo en el Perú, y menos subrepticiamente, sin noticia y contra la inclinación clara y notoria de nuestro pue– blo. Si lo hicieron, además de usurpadores de su soberanía, y do– bles usurpadores , ya que una vez la arrebataron para sí, y otra vez pretendieron arrebatarla para echarla a las plantas de un prín– cipe europeo; fueron traidores de la confianza con que se los hon– ró; de la tolerancia benévola con que se disimuló su imposición; de la fe y esperanza ciegas, generosas, que esta nación noble y abnegada supo poner en sus acciones, y cifrar en sus declaraciones y promesas. XVIII Mitre condensa, con mayores apariencias de lógica y de ver– dad, los argumentos que pueden utilizarse en defensa de San Mar– tín. "Aceptado su plan, dice, era una victoria sine sanguine; obte– nía el reconocimiento previo de la independencia del Per ú; fun– daba provisionalmente un gobierno mixto nacional; comprometía al ejército español en el sostén de ambos hechos; y la cuestión se resolvía de hecho, cualquiera que fuese la resolución del gobierno español, como lo había sido en Méjico por la adhesión anticipada de O'Donoju al plan de Iturbide. Era hacer triunfar la revolución con el concurso de los mismos españoles". Estos razonamientos serían valederos, si no encerrasen otro gran error: el desconocimiento de la sindéresis española en gene– ral, y la de La Serna y los suyos en particular. La atonicidad y reserva con que el Virrey y su séquito escucharon en Punchauca la extraña e inesperada propuesta de San Martín; el aplazamiento de toda respuesta, hasta hacer una consulta previa a las corpora– ciones del Virreinato; la omisión de este procedimiento, que se conceptuó peligroso; y el voto aclamatorio con que la junta de jefes militares convocada por La Serna rechazó el proyecto de mo– narquía independiente; rechazo que dio hase y pretexto para elu– dir la prometida consulta; prueban bien que, ante el carácter

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx