Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

28 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ rano; tan presto recibe las reformas con veneración, com o trata de abolirlas, desplegando el orgullo legislativo , que es inherente a la democracia: cada uno, en su clase, se esfuerza por conservar las prerrogativas y ascendiente que antes gozaba; y, al primer gri– to de un ambicioso demagogo, todos gritan igualdad, sin entender– la ni desearla; en fin, los empleos se solicitan sin trabajar por me– r. cerlos; y los descontentos, que forman el mayor número, denun– cian como una infracción de los derechos del pueblo la repulsa de 5us pretensiones. "El estado de la civilización del Perú es proporcionado a la latitud que concedían las leyes y repetidas cédulas que la generosi– dad del rey de España dictaba en favor nuestro. La educación de un pueblo destinado a la obediencia pasiva, se reduce a hacer a los hombres metafísicos, para que nunca descubran sus derechos en ese caos de abstracciones donde toda idea práctica desaparece. Algunos sabios, que se formaban, como por sorpresa, en el fondo de la soledad, han procurado en varios tiempos introducir el es– tudio de las ciencias exactas y naturales, al menos con aplicación a los usos más necesarios de la sociedad. Sus esfuerzos, aunque han tenido algún efecto, no han podido extenderse más allá del estrecho círculo a que los limitaban los cautelusos permisos de la corte de Madrid. Entre tanto, la. masa de la población seguía siem– pre sepultada en las tinieblas, y su ignorancia llenaba de placer a los españoles, porque era natural se deleitasen en contemplar la obra de sus manos, y en calcular la duración de su imperio por la fuerza de las preocupaciones en que se apoyaba. "Yo quiero ahora contraerme a la clase de ilustración que exi– ge el gobierno democrático, para. que sea realizable. Todo el que tiene alguna parte en el poder civil, debe conocer la naturaleza Y término de sus atribuciones, y la relación que é~tas dicen al sis– tema administrativo en general. En el gobierno democrático, cada ciudadano es un funcionario público; la diferencia sólo está en el tiempo y modo de ejercitar esa especie de magistratura que le dan las leyes; el mayor número usa de este derecho en las asambleas efoctorales; y los demás. en la tribuna. Pero la frecuencia de las elecciones aumenta sin cesar la lista de los candidatos, y exige un sobrante indefectible de hombres, capaces de administrar los inte– reses de su país, que supone en circulación! las luces necesarias para llenar esta continua demanda. Por desgracia, la ma:yor parte de la población del Perú carece de aquellos conocimientos sin los cuales es imposible desempeñar tan díficiles tareas. El estudio de la Política y de la Legislación ha sido hasta aquí tan peligroso

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