Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
30 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ .. "aritmdtica pólfrica, ño permite avaluar su riqueza con exactitud, aunque para mi objeto basta observar la proporción en que ella está distribuida. La cantidad más considerable resulta del precio de las fincas rústicas o urbanas, y en especial de lias primeras, por los valores que en ellas se acumulan para las tareas de la agricul· tura. o para las mezquinas fábricas que en ella permitía el gobier– no español. Las más, o están vinculadas en cierto número de fa– milias, o, lo que es peor, pertenecen a manos muertas. El número de los particulares propietarios de bienes raíces sobre ser muy cor· to, en proporción a la superficie del territorio y al total de sus habitantes, son pocos los que no están gravados con pí..,:nsiones a favor de las clases monopolistas. A esto se agrega que, atendida la poca demanda que hay de bienes raíces por la falta de capitales, su precio es muy bajo en el mercado, y la renta que producen, de– ducidas las pensiones ordinarias, en general no basta para que sus poseedores puedan vivir independientes. "Los capitales del Perú, siguiendo la aceptación económica de esta voz, aún se hallan distribuidos en menor número de indivi– duos, porque los obstáculos que hasta aquí se han puesto a la prÜ"' ducción, no han permitido que aquellos se multipliquen, para que en proporciqn se difundan. El dinero, que, siendo mercancía inter– mediaria, influye en el aumento de las demás, es escaso, y se halla en pocas manos,· las materias primeras y todos los otros produc– tos cuya acumulación forma los capitales, no corresponden a la demanda que se hace de ellos, ni pasan de un estrecho círculo en cada provincia. Con respecto a la industria del Perú, apenas hay materia para un análisis; ella supone, como lo observan los econo– mistas, un gran número de sabios que conozcan las leyes de la naturaleza; mayor número de emprendedores, que apliquen los conocimientos de aquéllos para dar utilidad a las cosas; y obre· ros, que ejerciten las varias tareas que exige la subdivisión del trabajo. A excepción de esta última clase, que tampoco es capaz sino de aquello a que está acostumbrada, es doloroso tener que decir que las dos primeras no existen; hay sabios en el Perú, pero no son de aquella clase que necesita la industria, para inventar Y perfeccionar sus productos; los emprendedores están reducidos a obrar por rutina, y ofrecer en el mercado, algunos artículos para los usos más comunes, y casi siempre para las últimas clar ses. El resultado es que la distribución de capitales y de industria en el Perú, no asegura la independencia individual que favorezca a sus habitantes de un modo conveniente al espíritu de las institu· dones democráticas.
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