Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

40 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ <loba, fueron siempre fieles servidores del país. Finalmente, el Ayun– tamiento de Lima, en que predominaba la aristo-::racia, admitió Y apoyó ante el Virrey, por dos veces, u.na ante Pe:mela y otra ante La Serna, peticiones firmadas por los más notables títulos, en las que instaba al Gobierno para que celebrara la paz con San Martín. Todo ello contribuyó no poco a la victoria de los indepep.dientes, Y debe tenerse en cuenta al juzgar a la nobleza (2). Mucho mérito envuelve esta conducta de hombres que bien comprendían como, a semejanza de lo acaecido en otras colonias, vendrían pronto por tierra, con el triunfo de la revolución, la posi– ción expectable que ocupaban, su valer e influjo históricos, sus ho– nores, distinciones y privilegios. Y mayor mérito aún, si se conside– ran los peligros que con su actitud corrían, dada la irritable sindé– resis de los representantes del celoso, engreído y amenazado pode– río español. Pero es natural y racional creer que esos mismos no– bles abnegados,. resueltos a perderlo todo por su patriotismo Y 5\ ts convicciones, no habrían de repudiar una transacción, un aco- modo, que, consagrando el triunfo de sus anhelos y permitiendo la supervivencia de sus prerrogativas, conciliase práctica y digna– mente sus deberes y sus derechos, y permitiese la lícita coexisten– cia de los primeros con los últimos. Bien sabía esto el Protector; bien lo calculaban y presentían sus consejeros: era racional que, aún suponiendo a algunos de los nobles, recalcitrantes e irreduci– bles en la defensa de las conquistas democráticas, ia mayoría, ya que no la unanimidad de ellos, habría de exteriorizar su apego a la monarquía, y ser, por sus tradiciones, hábitos e intereses, una fuerza viva, eficiente y poderosa, aprovechable para la consumación de los planes acariciados por Monteagudo y por San Martín. Así que, una vez resuelta la próxima instauración de la monar– quía; decidida la solicitación de un rey; e impartidas por el Con– sejo de Estado las instrucciones de quienes. debían partir a Europa, comisionados con el predicho objeto (24 de diciembre), no se de– jaron esperar las medidas tendientes al objetivo de mantener y prestigiar en el Perú al núcleo nobiliario conocido con el dictado generico de títulos de Castilla. V A ese efecto expidióse el decreto del 27 de diciembre que pre– ceptuaba. (2) Riva-Agüero, La Historia en el Perú, págs. 470 y 471.

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