Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
516 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ quedaron enfadados y humillados con la ocurrencia no se atrevían a chistar palabra, pues se hallaban desarmados , :i!evosamente en– gañados y a merced del Protector, quien, si alguna excusa pudo alegar para no haber acometido a la pequeña fuer za de Canterac, fue sin duda la de conservar intacto el ejército, para, más tarde, oprimir a los limeños". Y termina: "¿Cuál fue el resultado?"; pregunta a la cual contesta con éstas por desgracia, exactas re– flexiones: "La fuerza española, en su triunfante retirada fue una ca– lamidad para el país. . . Los espafioles pudieron levantar ejércitos poderosos, hacer derramar torrentes de sangre, y exponer la causa a un fraca,so completo, si el ejército de Colombia no hQbiese acu– dido a hacerles frente. Chile mismo llegó a temer por su libertad, al extremo de haberme suplicado, cuando dejé el Pacífico, volver· me para evitar desastres que él mismo no podría impedir'' (33). XXII La Gaceta del Gobierno de Trujillo, órgano en esa ciudad de la administración ya moribunda de Riva-Agüero, se refería, dos años más tarde, a estos sucesos, y reflexionaba con razón: "El mis– terio de permitir a los españoles alejarse, rehacerse y aun for– talecerse a costa de las armas de la Patria, será descifrado por la historia" (34); palabras que, estampadas en esos desolaoores días (cuando los realistas, rehechos y fortalecidos gracias a la pasivi– dad de San Martín, ocupaban de nuevo la capital del Perú, de don~ de habían tenido que emigrar el Presidente y el Congreso naciona- (33) Memorias, cits, pags. 180 a 182, passim. En las palabras del viceal– mirante y de su secretario Stevenson, habrán nuestros lectores, impuestos de lo que atrás queda narrado, percibido las exageraciones en que ambos incurren por su odio a San Martín; como aquella de que el Protector tenía 12.000 hombres y Canterac sólo 3.200 y aún 3.000; y de que estos últimos pa– saron a sólo medio tiro de fusil de aquéllos, siendo así que lo hicieron ''fue– ra del alcance de la artillería", según en la nota pertinente a la pag. 177, ob– serva con justicia el traductor Bilbao. Este mismo traductor pone también su voto en la disputa, y dice: "Cuando criticaba el proceder de San Martín al escribir la historia del general Salaverry, por estos mismos hechos, un co– ronel que perteneció a ese ejército me explicaba la razón de la conducta de San Martín del siguiente modo: en el ejército de San Martín había jefes que se oponían al ataque, porque en él veían la conclusión de la guerra, cosa que no les convenía, como explotadores del país. Pero esa razón parece efímera, Y lo que aparece de realidad es, o que San Martín tenía miedo de una batalla, o que se poponfa rio terminar la guerra hasta haber realizado el plan monár·· quico que abrigaba".- V. la pag. 178, nota. (34) Gaceta cit., num. 2, del 29 de julio de 1823.
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