Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

LOS DIAS DE SETIEMBRE 517 les) resuenan a lo largo del tiempo, como un alarido exhalado por la víctima, entonces entregada a las ominosas consecuencias de la falta cometida por sus auxiliares y Protectores. Difícil, en verdad, es descifrar aquel misterio, ante el hecho de no haber el responsable roto jamás su silencio majestuoso en el ostracismo, después de su alejamiento del Perú; ni dejado apun- · tes ni memorias que explicaran algunos de sus actos, para la posteri– dad oscuros o dudosos, hundido en el desprecio o en la indiferencia de su pasado; sentimientos, nobles quizá, quizá presuntuosos y soberbios, que son otro misterio para las actuales generaciones. La dificultad crece más, en presencia de tantas opiniones en– contradas. Pero hay que acometer como posible un fallo más o menos concienzudo, juzgando de los personajes y de sus liechos, no por las intenciones que abrigaron, irreprochables sin duda en hom– bres de la talla de San Ma!tín, adalid de la libertad y padre de algunos pueblos; sino por las consecuencias que causaron, por los beneficios o daños que trajeron. Desde ese punto de vista, único en que conceptuamos colo– cada la buena y verdadera crítica, no vacilamos en ponernos del lado de quienes motejan la actitud estática del Protector del Perú, :que resultó un desastre para nosotros y un peligro para la causa general de América. Si hubo imprudencia temeraria y hasta locura imperdonable en uno de los contendientes, ellas fueron imputables al Virrey y al jefe español expedicionario, que desprendiéndose y distancián– dose enormemente del núcleo y centro de su poder y operaciones, por un compromiso infantil o por un motivo banal, expusieron a ruina segura una división entera, distinguida y respetable, nervio de su acción y de su fuerza. Y fueron muchas las oportunidades de victoria que esa división, por la audacia también temeraria de su comandante, ofrendó a la pericia y al arrojo del ejército patriota y de su general, no por cierto bisoños, sino veteranos triunfadores en la rápida y gloriosa campaña de la emancipación cliilena. Ya que, con el abandono de la persecución de los realistas en su doble retirnda de Lima al interior, con el clamoroso llama– miento de la división Arenales y de las guerrillas, y con la somno– lente espectación en que se hundió enseguida el régimen protec– tora!, se había coadyuvado por omisión indisculpable al tranquilo resurgimiento y a la rápida reposición del ejército enemigo -ya que todo eso se hizo, debióse, por lo menos, reparar tales errores al regreso de Canterac. ¿Qué ocasión más propicia y ventajosa para aplastar a éste, mediante la concentración previsora de Jas guerrillas, que la ofre-

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