Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
518 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ cicla por él mismo, cuando extravióse en la cordillera, en su deseo de pasar sigilosamente de la quebrada de San Mateo a la del Es– píritu-Santo? Estropeados, sedientos, abrumados de cansancio ¿ha– brían podido allí resistir una embestida? ¿No dice García Camba que, "si los enemigos hubieran podido saber con oportunidad el es– tado en que bajaba la infantería española, con algunas compañías la hubiesen rendido toda facilísimamente"? (35). ¿Y por qué aquel enemigo no lo supo? Por imprevisión y descuido. Arenales y las montoneras habían sido retiradas a la capital, y no había cuerpo alguno destacado a vigilar las salidas de la· sierra. Reflexión igual debe hacerse respecto al descenso final en Cieneguilla, donde cualesquiera fuerzas patriotas, previamente dis– puestas para la acción, habrían dado buena cuenta de expediciona– rios que venían en tan deplorables condiciones, y cuya aproxima– ción conocíase en Lima desde tres días antes, o sea desde el 2 de setiembre. Si no en el campo de Pampagrande, pudo y debió el general independiente, acometer y desbaratar al adversario, que en ningún caso estaba en aptitud de vencer, en los posteriores del Cascajal y de San Borja. Canterac se ha encargado de demostrarlo por sí mismo, en el parte que elevó y hemos citado varias veces: "La ope– ración de batir al ejército patriota, era en extremo aventurada, contra un enemigo que tenía todas sus fuerzas reunidas, en una posición naturalmente fuerte, y en la que no podía obrar nuestra caballería, no con~ando yo a mis órdenes ni una tercera parte del número de infantería que tenía aquél; y, sobre todo, no recono– ciendo en mi posición otro punto de retirada, en caso de desgra– cia, que la plaza misma del Callao, que falta de víveres, hacía consiguiente la total pérdida de mis tropas, y con éstas, la del Perú (36). Cierto que, sin combatir, por la sola virtud de la escasez de víveres, extremada con la presencia de los expedicionarios, podía darse por segura la caída del Callao. Pero ¿acaso esa caída, como la de Lima primero, bastaba y sobraba para consumar la indepen– dencia? ¿No quedaba intacto el enemigo, al frente, repuesto e in– fatuado, al extremo de retomar la ofensiva? ¿No era fácil y venta– joso, ya que ese enemigo había incurrido en el yerro de dividirse y desprenderse de lo más escogido de sus huestes, batir a las mis– mas en detall? ¿Destrozar a Canterac antes, y despedazar a La Ser– na desptiés? ¿Y no es verdad que haberlo omitido, fue dejar ínte- (35) Op. cit., vol. I, pág. 416. (36) Apud García Camba, vol. cit . , pág . 422.
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