Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

SEGUNDA RETIRADA DE CANTERAC 525 t.xpone el propio Mitre- aquella persecución, mal combinada, flo– ja al principio e imprudente al fin, dió al enemigo, no desastres, sino ventajas ( 11) por haber el Protector persistido en sus mora– torias ( 12). VI Canterac pudo descansar y descansó tranquilo en su campa– mento de Copacabana, toda la tarde y toda la noche del 17. Sólo el 18 aparecieron sobre su campo, coronando las colinas de San Lorenzo y San Juan de Dios (pequeñas haciendas del valle de Cara– baillo) los destacamentos avanzados de Las Heras y las guerrillas, aquéllos constituidos por dos escuadrones del regimiento Grana– deros a caballo di! los Andes; y éstas, compuestas de más o menos seiscientos hombres. Eran las 7 a.m. Canterac levantó el campo; rompió marcha con la infantería a Pueblo Viejo, aldehuela perteneciente todavía al valle mentado; y, para proteger y cubrir aquella marcha, dejó al coronel Carratalá, encargado de entretener y, siendo posible, batir a los patriotas, al frente del primer batallón del Imperial Alejandro, del segundo ba– tallón de primer regimiento y de los escuadrones del Dragones del Perú. Siendo los dos del Granaderos de los Andes insuficientes para resistir el empuje de los tres cuerpos realistas, hubieron los prime– ros de desalojar las alturas que ocupaban y emprender retirada has– ta Tambo-Inga, perseguidos por Carratalá, que, al llegar a ese fun– do, temeroso sin fundamento, de la existencia de más fuerza in– dependiente próxima, retrocedió a reincorporarse en su división (3 p.m.). Este primer contacto con el adversario produjo, con todo, una ventaja, cual fué iniciar el desbande que en esta nueva retirada experimentaron las tropas españolas; respecto a lo cual dice su jefe: "La más inaudita y escandalosa deserción de más de treinta oficiales y quinientos soldados de diferentes cuerpos de todas ar– mas, iba a exponer a un grande contraste las fuerzas de mi mando. (11) Op. et. vol. cit., pág. 214. (12) Dice el autor referido que San Martín presenció la retirada de Canterac desde la batería de Mirones, silencioso, pero satisfecho de verse victor sine sanguine; que burlando los deseos del ejército, ansioso de pelear con su respuesta a Cochrane había cortado todo consejo que se quisiera dar– le; y que sólo el 17 desprendió a Las Heras para perseguir a Canterac; loe. cit. Ya veremos cómo calumnia a Las Heras, con el objeto de sincerar a San Martín, y cómo los detalles apuntados del biógrafo reagravan la responsa– bilidad de este último.

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