Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

526 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ A la vista de Lima recordaron estos infames los v1c10s en que habían vivido en ella encenagados, y que tántos males han traído a la disciplina de este ejército: compararon, cobardes, tan abo– minables placeres con los trabajos que al repasar los Andes po– drían tener, y se abandonaron al más detestable crimen, olvidan– do el honor y constancia que siempre han distiguido a los solda– dos españoles" ( 13). VII Hasta aquí -de parte de los independientes- sólo iban actuando de cerca los dos escuadrones de granaderos menciona– dos y los guerrilleros, conducidos por uno de sus más arrojados jefes, el mayor don Casto José Navajas. Nada notable ocurrió en lo restante del día 18. Las Heras, distante del enemieo tan sólo unos kilómetros, mantúvose inactivo. Limitábase a picar la retaguardia de aquél, sin constancia ni vigor, temeroso de quebrantar sus ins– trucciones: tenía orden de no empeñar (se dijo ya) encuentro al– guno formal. Canterac tornó a descansar tranquilo. Las Heras se detuvo en Caballero, a nueve leguas de Lima. Los montoneros de Navajas avanzaron, por sendas extraviadas, a hostigar el avance de sus con– trarios. VIII Tomaron éstos (día 19) el rumbo de la sierra: salieron d.! Pueblo Viejo hacia Macas, aldea y quebrada que conduce a la zona de Canta, por donde proponíanse entrar en la de Junín, para vol– ver a su cuartel general de Jauja y reunirse con el Virrey. Las Heras, sin moverse de Caballero, manda en su persecución al comandante don Toribio Dávalos, con tres compañías de gra– naderos y un piquete de cazadores. Prodúcense algunas cargas, una de ellas empefiosa (a lo largo de casi medio .kilómetro), que los perseguidores resisten volviendo atrás, para no verse envueltos por el mayor número de sus adversarios, y en la cual sale contuso el bizarro capitán Francisco Vidal, el héroe de Valdivia, otras ve– ces recordado con honor por su resolución y su bravura. En una de (13) Parte cit., apud García Camba, vol. I, pág. 427. Por el furioso desaho– go del co~andante en jefe, se viene en cuenta de que, no sólo desertaban los soldados mdios, naturales del país, sino los mismos peninsulares; los primeros en mayor número, como se verá enseguida.

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