Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

SEGUNDA RETIRADA DE CANTERAC 535 la invitaba. Viéndose inferior a las fuerzas independientes, retiróse el batallón realista. Miller se mantuvo quieto. Los enemigos siguie– ron a la cumbre de la montaña y bajaron luego detrás de ella, en pos del núcleo de su ejército, camino de Huamantanga. Mientras éstos efectuaban tal descenso, y algo repuestos ya de su fatiga los patriotas, desprendió Miller una compañía -la de cazado– res del batallón Numancia- a órdenes del capitán Guas; y algunos grupos de caballería, para apoyarla, con el propio coronel O'Brien; tropas que empezaron a hostilizar a la realista retrasada, siguién– dola y embistiéndola con cargas frecuentes, por espacio de una hora. Avisado Canterac de lo que ocurría, hizo contramarchar, a tres de sus cuerpos, cuerpos a órdenes del brigadier Monet, jefe de la retaguardia, que se lanzaron vivamente sobre Guas y O'Brien. Replegáronse éstos a su grueso; y éste mismo hubo de retrogradar, hasta hacer alto y parapetarse en unas quiebras inexpugnables. Se escogió la defensiva, ante tropas, como ésas, de refresco, descan– sadas y numerosas. Al cabo los realistas, que no mantenían la in– tención de empeñar choques parciales que prolongasen e interrum– piesen la maniobra general emprendida, siguieron su retirada. XVI Miller, privado, desde hacía varios días, de un cómodo acan– tonamiento, ardió entretanto en deseos de llegar a Puruchuco, pue– blecillo que, del lado de oriente, ofrecíase a sus ojos como agaza– pado entre uno de los recodos del monte en cuya cima o meseta superior encontrábanse sus tropas. Con los montoneros de Navajas y de Dávalos que en esas al– turas habían vue!to a incorporársele (frustrada, por el avance de Rodríguez, la operación que el primero proyectaba, de cerrar el pa– so a Huamantanga) -con la caballería de O'Brien y con una com– pañía de preferencia del batallón número 7- logró el coronel an– glo ganar el citado recodo y penetrar en el pueblo de Puruchuco. El resto de la división quedó acampada en la posición escogida con el fin de soportar la embestida de Monet, y allí pasó la noche. El pueblo estaba abandonado, silencioso y vacío de recursos. Apenas si se hallaron en él "dos panes". Los realistas habían ba– rrido con todo, y era imposible disponer del menor abastecimien– to. La tropa hubo de contentarse con la carne mal cocida de las reses y carneros dejados por Canterac. Vista esta escasez de auxilios, que habría de hacer casi im– posible el sostenimiento de la división; dada la certidumbre de

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