Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

540 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ to a su cabeza que, después de ordenar a los soldados de a caballo batirse en retirada, quedó a pie firme con los infantes, a fin de apoyar y da~ tiempo a esa maniobra, salvó el prestigio y la gloria de los independientes, que en ese extremo de su línea dejaron die– ciseis muertos, cinco prisioneros o heridos, y como un centenar de armas de fuego. Mientras esto p~saba en aquel lado, Valdés con la derecha es– pañola habí~ caído sobre la izquierda de los patriotas y avanza– ba lenta, heroicamente, contenido por la infantería de línea y por los cazadores de a caballo de O'Brien, debidamente parapetados sobre el barranco. La lucha fue reñida. Durante ella, a favor del triunfo que los realistas obtenían sobre la derecha contraria, Can– terac, ya sin peligro logró salvar la zona de defensa de los libres, y avanzar sobre los altos de Puruchuco por pleno camino real, dirección en que le siguió su izquierda vencedora, después de re– forzar la derecha de Valdés. Este último movimiento estuvo a pun– to de aniquilar a Miller y sus tropas cuya retaguardia quedó cor– tada y su paso cerrado del lado de Puruchuco. El bravo Palomares escalaba en tanto las alturas, con los gra– naderos del I m perial, seguido por las demás fuerzas de Valdés. La izquierda patriota cedía, mal de su grado, palmo a palmo, el te– rreno, disputado brillantemente. Cargaron Valdés mismo al fren– te de una mitad de Dragones de la Unión; Gómez de Bedoya, con lo restante del mismo cuerpo; y Becerra, con el sobrante del Imperial Alejandro. La derrota pronuncióse inmediatamente. Por felicidad, retrogradando sobre los peñascos y laderas de la mon– taña, el infatigable O'Brien, a vivo fuego, detuvo a sus persegui– dores, y., siguiendo por las altas breñas, en que pretendían cerrar– le el paso Canterac y los suyos, ganó posiciones inexpugnables, contra las que se estrellaron todos los esfuerzos de los realistas. Ya con esto pudo Miller, sereno y activo, multiplicándose y re– corriendo el campo por todas partes, organizar una retirada, que no paró hasta Macas en donde, llegado a la media noche, en vano trató de rehacerse. Los patriotas picaron esa retirada por más de una legua (40). (40) Cuenta Miller que, al llegar a Macas, "tuvo el disgusto de hallar que el teniente coronel Capa Rosa, español, su inmediato en el mando, se había retirado dos leguas más de lo que le había mandado''; y que, vuelto a Lima el 28 de setiembre, acusó al tal Capa Rosa de cobarde. Destituido, ese jefe se pasó a los realistas y fue uno de los capitulados de Ayacucho. Después de la capitu– lación, entró en servicio en el ejército del Perú; pero ausentóse a poco a Méji– co, donde llegó a coronel: Memorias, pág. 330, vol. l.

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