Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

544 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XXIV No hay que repetir lo anteriormente expresado, respecto a la forma incompleta e ineficaz de esta persecución, porque ya se dijo lo bastante al condenar el inconsulto retiro de Las Heras. Miller mismo, malaventurado director y protagonista de ªquella fallida operación, apenas si encuentra en ella dos ventajas: la muy secun– daria de haberse "c.poderado de trescientas cabezas de ganado vacu– no y de algunos caballos y mulas"; y la ciertamente apreciable de "obligar a Canterac a destruir sus repuestos militar es, y de haber fa– cilitado, no obstante las precauciones y severidad de los jefes españo– les, la deserción de más de mil realistas" (47). Lo pr1mero, en labios de un hombre de su talla, aparece pueril y ridícu]o . Lo segundo es nada ante las proyecciones que pudo y debió alcanzar una ac– ción rápida y vivaz de todo el ejército. Es privilegio de los maldicientes, que en todo encuentran moti– vos de censura, acertar en su juicio alguna vez, como que dada nuestra ingénita falibilidad, fueron siempre mayores los yerros que los aciertos de los hombres. Tal sucede en la ocasión de que tra– tamos, con el bilioso Pruvonena: "Es notorio -dice- que la retirada del general Canterac de la plaza qel Callao, en setiembre de 1821, fue en un estado comple– to de desorden. Lo es igualmente, que la moral de sus tropas es– taba casi aniquilada; que la deserción de oficiales y soldados era muy numerosa; y que toda su division hubiera tenido igual suer– te, si por parte del general patriota, se hubiese cooperado, por me– dio de algún oportuno movimiento, a dar lugar de poner en prác– tica lo que deseaban aquellas tropas m{l-ndadas por Canterac, es– to es, su deserción de las filas realistas. - Estando, como están todos, acordes en los datos, pasemos a examinar las operaciones de San Martín en esta misma retirada. Canterac no llevaba más que unos 2.800 hombres de todas armas: no conducía artillería, ni per– trechos de guerra, ni víveres para el tránsito. La retirada la efec– tuó, por la provincia de Canta, a Paseo; y de allí debía, indispensa– blemente, pasar por Tarma, a reunirse en Jauja al cuartel gene– ral en donde estaban toda la artillería, los repuestos de armas, mon– turas y caballos, los almacenes de víveres y vestuarios, los hos– pitales, y com1a 1.500 reclutas y enfermos. No hay más que ver la carta geográfica, para conocer las disposiciones que necesariamen– t e deb ería tomar en aquella oportunidad uh militar cualquiera. (47) Memorias y vol. cits., pág. 332.

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