Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
SEGUNDA RETIRADA DE CANTEllAC 345 Es sabido que tanto m'ás expuesto está un ejército, cuanto se ha– lla m ás separado de la base de sus operaciones y del centro de sus aln:acenes y repuestos. La falta de Canterac en retirarse por el camir_:o ~e Canta, expuso todo el ejército real: J? a ser completa– mente batido en detall, porque dejaba abandonado a San Martín el camino más corto para ir a Jauja en cinco días a marchas regula– res, mientras que él necesitaba de doble tiempo para llegar por Canta al cuartel general de Jauja: 2? Dío Canterac a San Martín la ventaja de obrar con todas sus fuerzas sobre el Virrey , que no tenía sino 1.500 reclu tas y enfermo$. en el cuartel general, imposi– bilitado de retirar su gruesa artillería, municiones, almacenes y hospitales.- ¿Qué m e jor ocasión, p_ues, y más favorable, podía pre– sentarse a u n m "ilitar, que la que t uvo San Martín, para sorprender al V fr rey y apoderarse del cuartel gen eral, antes de que el referido vi– rrey tuviese la. menor noticia de la retirada de Canterac? San Mar– tín tenía siete m ·il hombres veteranos, y además mil quinien tos mon– toneros ( que así se llama en el Perú a las partidas de guerrillas). ¿Qué tenía que dudar, sino dirigirse -inmediatamente a Jauja con cinco o seis mil hom b res, y apoderarse, sin ninguna resistencia, de todo lo q u e allí había? Cortado de esta ml1nera Canterac, la pérdi– da d e su división era infalible. ¿Por qué, pues, no tomó San Mar tín esta medida? ¿No estaba ella indicada, tanto en la posición geográfica, cuanto en las reglas de la guerra? Luego, si no la advir– tió, fue un ignorante del arte estratégico; y, si la advirtió y no la ej ecutó, fue un t raido r a la causa de América, obrando de es ta suer– te contra ella. - No s e pod rá alegar que sus tropas no estaban vesti– das para hacer aquella corta y fácil marcha de cinco días; porque la mayor parte de ellas no hacía más que un w ,es que habían llega– do de Jauja ª Lima con el general Arenales; o también porque la estación era la más favorable del año, libre de lluvias y de todo otro obstáculo. Además, San Martín tenía para su ejército toda la movilidad necesaria, com o igualm·ente los vív eres co rrespondien– tes. La f u erza que mandaba era, pues, más que doble; y las venta– jas, así del arte como de la naturaleza, estaban todas en favo r su– yo. - La prov id en cia qu e hubiera dado un g<?:_neral cualquiera, e - to es, aun el m ás b isoñ o, en el caso en que se hallaba San Mart ín, habría siclo: h acer m archar a las guerrillas, sostenidas por un ba– tallón de cazadores y un escuadrón de caballería, a retaguardia d 7 Cant erac, para molestarlo e inquietarlo, hacerle prisioneros y to– marle sus bagaj es,' mientras el grueso clel e j ército marcha"e a apo– d erarse d e Jauja, por el camino ele Huarochirí. A lo cinco días de la re tirada d esordenada de Canterac, el ej ército real y el domi11io del rey d e España deberían haberse acabado en el Per ú; porr¡rw,
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