Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

554 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ Pero, no contento Canterac con los elementos que Marcilla aportara del Cerro; juzgando preciso aumentarlos, así fuere con ruina de ese pl,leblo cinco veces esquilmado por patriotas y realis– tas; y no concibiendo posibilidad de peligro alguno (según dejaba comprenderlo la indemne aparición y vuelta de la t:-xpedición prece– dente); decidió enviar con igual destino, otra irrupción más fuerte Y numerosa, seguida de gran cantidad de bestias de carga, para arran– car y traer, no sólo lo necesario, sino aquello que una exagerada codicia o una extraordinaria previsión pudieran inconsíderadamen– te exigir. El 30 de noviembre partió al efecto el cor.:mel Loriga con doscientos infantes del batallón Imperial Alejandro, a óraenes del teniente coronel don Antonio Palomares; y dos escuadrones de los Húsares de Fernando VII, al mando del teniente coronel don Ga– briel Pérez; a los que siguieron de cerca (con diferencia de horas) el Batallón Arequipa y un escuadrón de los Dragones del Perú, cuerpos, los dos últimos, que por una feliz precaución, debían dete– nerse en el pueblo de Reyes, asegurando la retagüardia. Pero ocurrió que, en esos días el Cerro estuviese ocupado por fuerzas patriotas, que, desde la retirada de Arenales, habían per– manecido merodeando por diversos puntos, en observación de lo que pudieran hacer los españoles. Mand~balas el presidente del departamento de Tarma, don Francisco de Paula Otero, jefe vale– roso de montoneras, muy querido en toda aquella zona, al cual acompañaban dos grupos de fuerza veterana, comandados por los tenientes Millán y Pringles -Pringles el famoso vencido vence– dor de Pescadores-. Otero había emprendido retirada del mismo lugar al acercar– se Marcilla, que, por lo corto de su permanencia, no le dio tiempo ni ocasión para hostilidad alguna. Evacuada la indefensa plaza por el comandante peninsular, Otero, con sus auxiliares de línea Y sus guerrilleros, tornó a entrar en aquélla, y allí se encontraba al efectuarse la aproximación de Loriga y su fuerte columna. Canterac, tuvo nueva oportuna de existir aquella tropa con– traria, y fue por eso que dispuso la salida del refuerzo que de– bía estacionarse en Reyes; pero mal pudo imaginarse que, con– tando con efectivo tan pequeño, Otero meditase una embestida cualqüiera. Loriga, por su parte, desechó todo terror, al verse en– trar en la población sin la menor resistencia. Era que el guerrillero amagado tornó a dej~r el campo, es– parciei:ido la voz de que lo hacía por lo bisoño y limitado de su hueste.

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