Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
ESPA&OLES E INDEPENDIENTES 567 XII Seis años, en efecto (como dice García Camba) hacía que estos heroicos indios, conmovidos con la sublevación de Pumacahua, al presentarse entre ellos Mariano Angulo y el Cura Béjar, en 1814, habíanse mantenido en perpetua rebeldía contra el poder hispano, cediendo a la violencia del yugo algunas veces, pero resurgiendo siempre con mayores bríos e imponderable decisión patriótica. Ellos sol9s constituyen el mentís más perentorio y elocuente con– tra esas antojadizas imputaciones de somnolencia, cobardía, con– formidad con la servidumbre, dirigidas a la nación peruana por tantos ignorantes o mal intencionados escritores. Los dictados con que a los morochucos obsequia y denigra la furente proclama de Carratalá, llamándolos criminales, obcecados, temerarios, son su mayor alabanza: prueban que, en su oscura y humilde condición, aquellos infelices preferían "a su tranquilidad y a sus intereses'', la emancipación y los altos intereses de su patria; y el hecho de acudir en daño suyo el más feroz de los esbirros del Virrey "con una fuerza irresistible", acredita cuánta era la importancia que re– vestÍa su actitud, y cuánto el temor que su constancia y su valentía inspiraban a sus dominadores. Los hechos que vamos a referir y el horrendo castigo que el coronel español llegó a infligirles, corroboran su abnegación y su heroísmo; despierta . en el espíritu una admiración y una gratitud que, por cierto, en todos los años transcurridos, los gobiernos y congresos de la República no han sabido o no han querido exteriorizar en grado congruente con el mérito contraído y con sus altas proyecciones y enseñanzas. XIII Maldito el caso que los morocliucos hicieron de las exhorta– ciones y amenazas del invasor. Al contrario, sao~ do por ellos el arribo de este jefe, conocidas sus intenciones, propagada la efi– cacia terrible de la represión (segura en hombre que otras veces tantas vejaciones y atropellos había consumado) comenzaron a abandonar sus pajizas aldehuelas, congregándose en las escabrosi– daaes y punas que les eran trilladas y habituales, y a caer, en asal– tos tan briosos como súbitos, sobre los destacamento de explora– ción desprendidos de Huamanga. Carratalá dobló el número y la potencia de sus descubiertas, y ordenó que se iniciase activa persec~ción. La ·l area fue infruc-
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