Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

ESPA1'1:0LES E INDEPENDIENTES 569 fortunio". El famoso documento no acababa allí: llevaba esta post– data: ''Dentro de breves días vuelvo a este punto y sus contornos; y, si no se enmiendan y me tienen reunidos todos los fusiles y ar– mamentos, haré otros castigos iguales; y, si todos se presentan y obedecen la verdadera causa, serán perdonados". El terror produjo efecto en algunos pueblos y caseríos huaman– guinos; pero resultó contraproducente en los del partido de Can– gallo, cuyos indios extremaron su rebeldía y resistencia, sin mie– do a las amenazas del jefe divisionario. Este avanzó, pues, lenta y trabajosamente, asediado de toda clase de obstáculos. Algunos cam– pos presentábanse arrasados por incendios intencionales, cuyas fu– liginosas humaredas parecían marcar la laboriosa ruta, a la mane– ra que la mistedosa columna que guiara a los: israelitas en su cuadragenaria peregrinación por el desierto. Las aldeas y estancias ofrecíansele solitarias, y era por demás difícil la consecución de víveres. Indiadas compactas aparecían para hostilizarle, y desapa– recían allende los picos pelados y escabrosos, una vez acometidas por los invasores, que las ahuyentaban con sus granizadas de fuego. Así, unas veces, dominando valles soberbios, en que medra la caña miel; y otras entre punas desoladas y rígidas ; sólo hermosea– das al pie por rápidos andenes, en que esmeraldean el maíz o la cebada; llegóse a _la jalea de Vischongos, emplazada a unos 4.100 metros sobre el nivel del mar. Y en Vischongos, distrito de la E.e– roica provincia cangallina, se tropezó con los altos de Pomaco– cha~ los más empina4os de la región. La resistencia, reforzada allí y organizada por algunos destacamentos llegados de lea, fue tre– menda y desesperada. "Aquí -gritaban los indios- aquí estamos los morochucos de Cangallo"; Carratalá hubo de sostener combate recio y tenaz, casi todo un día, para deshacerse de los indígenas y abrirse paso. Al fin, la pericia y la superioridad de elementos do– meñaron aquella humana barrera. Desde los picos de Pbmacocha, los vencedores tendieron la vista sobre la cuenca hermosa y ardien– te del Pampas, río caudaloso y espléndido que, ciñendo como en un cinturón argentado aquella hermosa y altiva región, va a vaciarse en el Apurímac. A orillas de aquél contemplaron, luminoso y alegre, el panorama de la entonces villa de Cangallo extendido sobre el río, como un brazo suyo, su largo puente colgante de resistentes mimbres (25). Arció Carratalá en ira al ver aquella risueña pa– tria de los pertinaces y denodados indios; y determinó su extermi- (25) De Ayacucho a Cangallo hay apenas dos o tres jornadas, según los medios de movilidad de que el viajero dispone. La demora de Carrat alá fue efecto de los obstáculos que en su ruta le opusieron los naturales.

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