Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

50 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ entre la Tierra del Fuego y la del Labrador: los pueblos que no lo han manifestado están ya en la víspera de ejecutarlo, y no hay fuer– za bastante para impedirlo". "El suceso que acaba de confirmar esta esperanza, exige se le– vante un monumento que sirva para marcar el siglo de la regenera– ción peruana, y trasmitir también a la posteridad los nombres de los que han contribuído a ella. Exaltar el mérito de los ciudadan'os que se han hecho célebres por sus virtudes, es la prerrogativa más honorable de todo gobierno, y en las actuales circunstancias es ade– más un deber sagrado, que yo no puedo dejar de cumplir". "El estado natural de los pueblos y la masa de recursos dispo– nibles que tienen contra el enemigo, no permiten prolongar la incer– tidumbre de los tiempos pasados. Y a se desprendió de la. Europa el nuevo mundo, y sólo falta que la generación inmediata venga a con– solidar la forma de los Estados. independientes que se. organicen en este hemisferio: a nosotros toca abrir las puertas del porvenir y de– jar sellado un pacto de alianza que nos una a nuestros más remotos descendientes". "La consideración de tan solemnes motivos me ha sugerido el pensamiento de crear y establecer una orden denominada la Orden del Sol, que sea el patrimonio de los guerreros libertadores, el premio de los ciudadanos virtuosos y la recompensa de todos los hombres beneméritos. Ella durará mientras haya quien recuerde la fama de los años heroicos, porque las instituciones que se forman al empezar ~na grande época, se perpetúan por las ideas que cada generación recibe, cuando pasa por la edad en que averigua con respeto el origen de lo que han venerado sus padres". "Con la idea de hacer hereditario el amor a la gloria) se estable– cen ciertas prerrogativas que son trasmisibles a los próximos des– cendientes de los fundadores de la Orden del Sol. Y o he contempla– do que, aun después de derogar los derechos hereditarios que traen su origen de la época de nuestra humillación, es justo subrogarles otros, que, lejos de herir la igualdad ante la ley, sirvan de estímulo a los que se interesen en ella. Todo el que no sea digno del nombre de sus padres_, tampoco lo será de conservar estas prerrogativas: ellas no tienen por objeto decorar al vicio, sino exaltar la virtud; y dar a los premios justamente merecidos, un carácter de estabili– dad que hasta aquí no han tenido, porque faltaba la persuasión, en que hoy están nuestros mismos enemigos, de que la independencia de América es irrevocable". "Tal ha sido el plan que he concebido al sancionar el siguiente reglamento, que tiene por garantía de su perpetuidad el honor na- •

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