Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
' 60 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XXII El Gran Consejo tendría un Secretario, que por supuesto hu– bo de ser el factótum del Protectorado, Monteagudo; un maes– tro de ceremonias, que fue el cirujano Paroissien, encargado de velar sobre el cumplimiento de los estatutos; un contador, que "intervendría en la entrada y salida de fondos"; y un tesorero, que "distribuiría las pensiones y los demás gastos que ocurrieran". Se– cretario y maestro de ceremonias deberían ser fundadores; conta– dor y tesorero, beneméritos. La contabilidad se reglaría por el Gran Con~ejo; y los fondos que de momento aplicábanse a éste eran los cuarenta mil pesos que por cédula del 23 de abril de 1775, y por otras posteriores, se impusieron sobre las mitras e igle– sias de Indias, para las órdenes de Isabel la Católica y de Carlos III. Esto último corroboraba el cariz monarquista de la del Sol, que, hasta en lo relativo a recursos, resultaba sucesora de las his– pano-coloniales condenadas a desaparecer. El Gran Consejo se reuniría tres veces al año, "bajo la pre– sidencia de la suprema autoridad' ~ (repetía el decreto, sin duda par a anular de antemano cualesquiera sesiones prescindentes del poder). Esas r euniones se efectuarían en los meses de enero, ma– yo y setiembre; y durarían tantos días cuantos fueran exigidos por la importancia y el número de los negocios. XXIII Se podía pasar de una a otra categoría por vía de ascenso: los asociados que "hicieran nuevos y eminentes servicios" a la Patria, podrían recibir la condecoración de beneméritos; y, en igual caso, los ú ltimos podrían ascender a fundadores. También estos ascensos o p romociones serían decretados por el Jefe Supremo, aunque a propuesta del Gr an Consejo; y, mientras éste se instala– ra, el propio J efe, como p resiaente que era de la Orden, acordaría y podría dar "por sí mismo" las clases y condecoraciones de aso– ciados y beneméritos. El presidente de la Alta Cámara de Justicia habría de ser quien recibiese el juramento de los agraciados, e impusiese, al cuello o so– bre el pecho de éstos, según el caso, las condecor aciones respectivas. La ceremonia, siempre que ocurriese, se realizaría en la Catedral metropolitana, con solemne asistencia de todos los miemoros de la Orden y de todos los funcionarios púb licos. El mismo presidente de
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