Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
4 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ cordillera, con el susodicho ayudante O'Brien y con su baquiano altureño favor ito, el infalible y legendario Otalora. A las seis llega– ba a Los Pasos de Huechuraba y hospedábase en casa de su gran amigo, el hacendado del lugar, don José Miguel Serrano. El 11, muy de madrngada, cabalgando en su mula barrosa, vehículo pre– dilecto de sus excur siones montañesas, seguía la ruta de las cordi– lleras mendocinas, por entre los picos de Colina y Chicuro, sin más fiambre que un talego de charqui; harina tostada, semejante a la mashca de nuestros indios; cebolla de jigote; y mate "cimarrón", destinado a beberse sin azúcar; y, en fin, trepaoa por la gloriosa cuesta de Chacabuco, pisando las malolientes osamentas allí derra– madas por la porfiada brega a muerte de veintisiete días antes . Cru– zó por Curimón y pernoctó en el pueblo de los Andes. A las 3 p.m. del 12, escaló las más altas sierras y se internó por el paso de Us– pallata. El 17, después de una caminata de seis días, descansaba en aquel punto, en el cual permanecía hasta el 18; y, en esta última fecha, entraba en hombros por las calles de la capital de Cuyo, tea– tro de sus más queridas glori2s. Arrancándose a las delirantes ma– nifestaciones de ese que llamaba "su pueblo" apeábase el 19 en Retamo, a las proximidades de la no saciada Mendoza. Allí, en carta dirigida a O'Higgins, daba a comprender que, a esa sazón, en la capital argentina, preocupábase también el elemento predominan– te (siempre movido por la logia lautarina) de la necesidad de ex– pedicionar sobre el Perú: "Según me escriben de Buenos Aires , de– cía, están allá empeñados en la cosa de Lima" ( 3). Con la ilusión y el ent usiasmo consiguientes a ese buen augurio, que habría de fa– cilitar sus operaciones, el día siguiente (20 de marzo) corría a ga– lope sobre las inmensas pampas platenses; el 29 del mismo mes abr azaba en Buen.os Aires al mandatario supremo Pueyrredón; y el 1? de abril encerrábase con éste, según unos , en la casa de campo de San Isidro, propiedad del enunciado Director (4); y según otros, en la del patriota don Manuel Hermenegildo Aguirre, a tratar y dis– poner los grandiosos asuntos a la fecha relampagueantes en la men– te de los dos preclaros próceres. (3) Apud Mitre, II, 410. (4) Id. Id.
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