Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

SAN MARTIN EN BUENOS AIRES Y MENDOZA 5 II Parece que las negociaciones pertinentes celebráronse por es– crito, si bien no han sido encontradas. Por supuesto que, en esos momentos, era imposible una expedición inmediata, porque antes había que dominar el Pacífico, donde a la sazón resultaba incon– trastftble el poder marítimo español. Había, pues, que abordar y resolver el dificilísimo problema de la conquista previa del océano. San Martín, que todo lo había previsto y preparado desde Chile, era -puede decirse- un plenipotenciario de este último pueblo ante el gobierno de las PP. UU. Llevaba, en dinero, una suma as– cendente a cien mil pesos y la promesa de aportar seiscientos mil más por parte de Chile; tenía en cartera poderes amplios para ne– gociar, con esos fondos, la adqui~ición pronta e indispensable de buques; poderes que se hallaba facultado para sustituir en la per– sona que creyera más apropiada para el caso, y que conferían a sustituyente y sustituto atribuciones compromisorias de la firma del Estado. La confianza absoluta que O'Higgins depositaba en su ami– go y coiega de sacrificios aun cristalizó en la expedición de pliegos en blanco, que, suscritos a firme por el Director chileno, sería due– ño el portador de llenar a su arbitrio, para la mejor consecución de los propósitos que le impulsaban. En el capítulo destinado a relatar los orígenes de la escuadra chilena, hemos visto los resultados urgentes de este primitivo viaje de San Martín, a saber: las misiones de Manuel Hermenegildo Agui– rre, Gregario Gómez y José Antonio Alvarez Condarco; la contrata con el mercader yanqui Jorge Green; la incautación de la armada aportada por el malaventurado José Miguel Cárrera; la adquisi– ción del "Cumberland" o "San Martín', del "Colomb" o "Arau– cano" y de la "Curiacó" o "Independencia"; la construcción del "Rising Star"; y la contratación del único hombre capaz de llevar a término la inaplazable conquista: Thomas Cochrane, conde de Dundonald. Y esa gran labor cumplióse tan sólo en tres semanas; de modo que escribía entusiasmado: "Dentro de cuatro días me pongo en marcha. Pueyrredón está al corriente de todo, y no dude Ud. de que daremos el golpe sobre Lima. El destino está indicado, y las circunstancias favorecen. El país lo exige para su libertad y la fortuna está en su buen cuarto de hora: es preciso aprovecharlo, llevando nuestras armas al corazón del Perú" ( 8 de abril). Casi simultáneamente, Pueyrredón decía a O'Higgins: "Queda dispuesto que en el Pacífico pongamos una escuadra que lo domine: con esta

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