Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
DIFICULTADES POSTRERAS 185 XV O'Higgins y Zenteno vieron y midieron la balumba que se les descolgaba encima. ¿Dónde encontrar marinos que remplazaran a los renunciantes? La renuncia en cuestión era la muerte o la pa– rálisis de las fuerzas y los elementos marítimos nacionales, ya que, a ejemplo de lo determinado y practicado por jefes y oficiales, que en el acto dejaron sus puestos en los buques, se vería, en pocos días más o quizá si inmediatamente, desgranarse también la totalidad o la mayoría de las tripulaciones de los mismos. ¿Enganchar otros? Ni esperarlo. ¿Retener y contentar a los hombres de mar existentes mediante la paga íntegra de sus haberes devengados? Imposible. El erario carecía de medios para tanto. Luego, todo habría de aplazar– se o abandonarse: dominio del mar, expedición al Perú ... ¿Qué medida t omar ante esa negra y aplanadora perspectiva? Visto estaba que Cochrane era el único que pudiera conservar y moderar a esa gente inquieta y desorganizada; llamarla al orden y a la obediencia; y empujarla al deber; en el sentido de los ensueños, ambiciones e in– ter eses continentales. Guise y Spry podrían asumir el comando de la flota y sustituir a Cochrane, bien o mal; pero, en todo lo demás, el atrabiliario lord era irr eemplazable. Los anticochranistas hubieron de verlo y de confesarlo. ¿Qué hacer entonces? Ceder, humillarse, pasar por el renuncio y la vergüenza, antes que consentir en que to– do, absolutamente todo, cayese en el abismo de la impotencia, de la suspensión y del desastre. Zenteno, arrepentido, cogió la pluma, y di– rigió a Cochrane el oficio siguiente, que era el peccavi y la satisfac– ción perseguidos por el dimitente, naturalmente orgulloso de este resultado. "Valparaíso, 20 de julio de 1820.- Milord:- En un momento en que los servicios de las fuerzas navales del Estado son de la ma– yor importancia, y los personales servicios de V. E. indispensables, ha recibido la autoridad suprema, con el más profundo sentimien– to, la dimisión de V. E., la cual, si fuese admitida, envolvería en inevitable ruina las operaciones de las armas de la libertad en el Nuevo Mundo, y, últimamente, entronizaría en Chile, su patria adop– tiva, aquella tiranía que V. E. detesta y que su heroísmo hizo tantos esfuerzos para aniquilar.- S. E. el Supremo Director me manda comunique a V. E. que, si persistiere V. E. en resignar el mando de la escuadra que tuvo el honor de enarbolar su pabellón, causa de terror y espanto para nuestros enemigos y de gloria para todo buen americano, o si el gobierno, imprudentemente, accediere a
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