Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
190 r-~MAN LEGUIA Y MARTINEZ sus preferencias, y constituyó en ambos un mecanismo tan vasto, tan exacto, tan completo, que la organización sabia del día jamás logra– ría exceder, sino, a lo sumo, igualar. Teniendo por segundo al la– borioso coronel Borgoña, había redondeado esa importante rueda de su máquina primorosa, con cuantos departamentos o repar ticio– nes son imaginables: carpintería, herrería, talabartería; carrocería, para la construcción y reparo de tiros, montajes o cureñas y caño– nes; armería, para la refección de sables, espadas y fusiles; zapado– res y sastres, zapateros y otros hombres de arte; talleres de toda es– pecie; y hasta un laboratorio para pólvora de todos los géneros, y mixtos de incendio, de mina y de señales, sin exceptuar los cohetes de luz y a la Congreve, así que la tal maestranza era como un mons– truo giganteo que, debatiéndose, con actividad ininterrumpida, en– tre un trueno de bufidos y resoplidos tremulantes, vomitaba, sin tregua ni descanso, toda clase de artículos de guerra. En el parque, además de la inmensidad precalculada y ya acu– mulada de pertrechos, como cartuchos de combate y de fogueo, pie– dra de chispa, bombas y granadas, plomo, pólvora, fusiles de repues– to, para diez mil hombres, carabinas, uniformes y vestuarios de to– dos los grados y clases (para un ejército de seis mil plazas más o menos), sables, picas, lanzas, carabinas, etc. encerraba cinco piezas de sitio y veinticuatro de batalla, a saber: doce cañones de monta– ña, dos de a dos y media pulgadas, ocho de a cuatro, dos de a seis, dos de a ocho, dos obuses, también de a ocho, cuatro cañones de a veinticuatro, dos morteros (para bombas). Total: treinticuatro pie– zas, cada una dotada de unos seiscientos proyectiles o más de su tipo y por supuesto de todos los accesorios necesarios ( 1). 111 La secc1on de intendencia y comisaría de guerra, encabezada por el comandante don Juan Gregario Lemus, y servida por tres oficiales más (contador don Valeriana García; oficial primero don Santos Figueroa; y oficial segundo, don Alejo Junco; en todo cuatro y dos individuos de tropa) era de lo más perfecto en su clase, y tenía almacenados víveres para cinco meses, no obstan– te de venir a un territorio en que podrían obtenerse todos los imaginables; porque el general en jefe nada quería dejar, ni deja- (1) Treinticinco, según Paz Soldán, y veintinueve según Bulnes. Nues– tro dato es el exacto, concordando todos los documentos y memorias cono– cidos de la época .
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