Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

APRESTOS NAVALES 193 Diose, en fin, a las dos divisiones (de los Andes y de Chile) comandadas por estos últimos, el glorioso título de "Ejército Uni– do Libertador del Perú". No hay que decir que el vencedor de San Lorenzo, reputación indiscutida, abrumadora y universal, era su generalísimo. VI Arrancado a las banderas y al gobierno de su patria; huérfa– no de toda superioridad estrictamente administrativa; "cuerpo sin cabeza", como dice Espejo (7), miembro argentino flotante en el vacío, tildado de rebeldía y de ingratitud para con la nación de su cuna y procedencia, el Ejército de los Andes lanzábase, cami– no de la gloria, sin la seguridad, la firmeza y la esperanza de quien deja atrás una colectividad que, al desprenderlo de su seno, lo si– gue con su protección y lo aguarda con sus recompensas. O'Higgins, para remediar situación tan excepcional y dolorosa, expidió decre– to memorable, declarando que los jefes y oficiales de los Andes eran soldados de Chile, por lo mismo que eran sus libertadores, ad– mitidos en el escalafón chileno en todos los grados y clases que al presente alcanzaban, y con todos los goces y preeminencias a que, por los pasados y los futuros servicios, pudieran tener y tuvieran opción los militares nacionales, gracias a este título, supremo, pri– mordial: la gratitud pública. El Director concedente, en un rasgo de delicadeza solicitó, con todo, para el objeto indicado, la previa aquiescencia de San Mar– tín, en expresiva nota suscrita por el ministro Zenteno (2 de ju– nio) . El prócer se apresuró a aceptar la distinción y agradecer el homenaje (9 de junio) con las palabras siguientes: "He leído, con todo el alto interés que es capaz de inspirar, la nota de U. S. por la que se consulta mi aprobación sobre las patentes de los actua– les empleos con que S. E. el Supremo Director se sirve distinguir a los jefes y oficiales del ejército restaurador y defensor de Chi– le. - Nada puede serme más respetable que cualquiera superior determinación de este gobierno; pero, cuando S. E. se digna aso– ciar mis facultades a su supremo consejo, en un rasgo de benevo– lencia la más honorante, yo no puedo menos que inspirar mis me– jores sentimientos en manifestar mi asenso y gratitud. Cualquiera que sea la esfera de la autoridad que las circunstancias políticas (7) El paso de los Andes, Buenos Aires, 1882.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx