Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

194 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ puedan franquearme en estos momentos, yo me atrevo a lisonjear que jamás se juzgaría mejor aplicada, que concurriendo a los ho– norables objetos que S. E. se propone, renovando la memoria de las grandes jornadas que han dado existencia y libertad interior a Chile. - Por otra parte, estoy seguro que mis dignos compañeros de armas sabrán apreciar la importancia del premio militar con que se tiene la dignación de condecorarlos al emprender la gran campaña. Satisfecha su primera ambición con haber contribuido a la salvación de Chile, hasta el amor propio se verá en ellos lison– jeado, al considerarse, no sólo existentes en la memoria del gobier– no, sino identificados, por decirlo así, con el orden político del Estado que fue algunas veces teatro de su honor y su deber. - Por lo demás, la perfecta justicia de la escala distributiva de las recom– pensas, es, sin duda, más una virtud especulativa que práctica: to– da su eficiencia y acuerdo aepende de la oportunidad, la que S. E. ha tocado, así como ha sabido calcular la extensión, en las felices circunstancias en que las más nobles pasiones deben ponerse en acción para acabar de afianzar la independencia y libertad interior del país. - Sírvase, pues, U. S. presentar a S. E. mi más decidida concurrencia a sus altas disposiciones, añadiendo el homenaje de mi profundo respeto" (8). VII Sabemos que, a fines de febrero, el ejército se trasladó a Ran– cagua, donde, según hemos narrado, consumóse su arrancamien– to de la patria, y en una acta famosa exteriorizóse su mancomuni– dad con la desobediencia de su general. De ese acantonamiento, llamado "de instrucción", porque tuvo por ob jeto completar la or– ganización de las nuevas unidades , intensificar la disciplina de los reclutas y perfeccionar la eficiencia técnica de los cuerpos, pasó el ejército a los cuatro meses cumplidos (en junio ) al valle de Qui– llota, próximo a Valparaíso; valle que se denominó "cantón de embarque", porque en él se p reparó y dispuso todo lo necesario para la próxima partida. Habiendo, en ese punto, crecido la deser– ción, San Martín encerró el campamento entr e un cincho de fuerza y vigilancia, que, sorprendiese y capturase a los desertores, hacien– do comprender a quienes quisieran imitarlos, que sus sueños de (8) Fecha en el cuar tel general de Santiago y dirigida ai ministerio de la Guerra.

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