Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

NEGOCIACIONES DE PAZ 579 III Cualquiera supondrá que, con la anterior respuesta, acaba– ron los conatos de inteligencia, sinceros o ficticios; pero pareció, por los actos sóbrevinientes de unos y otros comisionados, que estu– viesen decididos a agotar el bagaje diplomático de que estaban provistos, dejando entender su determinación de llegar a la paz, en forma que afectase la responsabilidad de sus contendores, si la negociación no alcanzara éxito. Y fue así como, el propio 27, los diputados del virrey formu– laron nuevas proposiciones, en forma exhortatoria-sentimental; ma– nifestando, en primer lugar, la tristeza en ellos causada por el re– pudio de la base consistente en la aceptación y jura de la consti– tución hispana; expresando, en seguida, que la falta de poderes pa– ra transigir en ese sentido, daba tanto como "rehusar la unión de los patriotas con el resto de sus hermanos, mediante aquel precio– so lazo de paz, libertad y propiedad" constituido por la revivis– cente carta, y "dejar lastimosamente separados a miembros que debían formar un solo cuerpo"; haciendo la apología del docu– mento rechazado, y afirmando, a este propósito, que "cualquiera que considerase el estado de la América, su población, sus recur– sos, sus luces, y, más que todo los desastres que había sufrido y que aún paaecía, no podría menos que persuadirse de que la cons– titución española, venida en tan calamitosa época, era un don di– vino, un ramo de oliva enviado desde el cielo para enj ugar sus lá· grimas , restituir su tranquilidad, y hacerla marchar, con paso se– guro, a la prosperidad de que eran capaces los hombres"; aseve– rando que, "si el ver frustrados aquellos bienes generales penetrá– balos de dolor, no era menor el que experimentaban el ver esteri– lizadas, en sus manos, las copiosas liberalidades que un monarca, padre y benefactor de los pueblos, quería derramar sobre quienes volvieran de sus descarríos al seno de la patria común, y sobre to– dos los que cooperaran a tan grande objeto"; exclamando que "era preciso de todo punto poner fin a las calamidades, y necesario apa– gar el hacha de la discordia", porque "no eran países ajenos los que se devastaban, sino una patria misma la que despedazábase; ni eran enemigos los que se combatían, sino unos propios herma– nos, que descendían al sepulcro clavándose el puñal en el corazón, llenos de saña"; considerando que, "pues el Excmo. irre del Pe– rú (corno San Martín), estaba pronto a renunciar los laureles con

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