Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

602 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ suceso. Yo esperé que el virrey de Lima simpatizase con mis sen– timientos, y que no malograse esta brillante oportunidad de cerrar la época de la revolución, y aun de restablecer la armonía entre la España y la América, por medio de amigables relaciones, que le– vantasen una eterna barrera contra la manía de dominar y la ne– cesidad de aborrecer. Protesto que jamás he dado en mi vida pú– blica un paso más análogo a los intereses de ambos mundos, ni de más influencia sobre lo presente y lo futuro. Pero olvidaba que tres siglos de dominación han cegado todos los caminos de unir la Amé– rica a la España; y que sólo han dejado libre el de la dependen– cia, bajo las modificaciones que sugiere algunas veces la necesidad, mientras la política provee los medios de eludirlas". "La primera proposición que se les hizo a mis diputados por los del virrey de Lima, fue que, a nombre del eobierno de Chile, sus jefes y habitantes, y a nombre del ejército y los jefes adopta– sen y jurasen la constitución de la monarquía española, enviando sus diputados al soberano congreso, y entrando en todos los dere– chos y prerrogativas que se han concedido por las cortes. Mis di– putados contestaron definitivamente que no estaban autorizados para iniciar negociación alguna sobre esta base; y que sólo podrían hacerlo, siempre que no se contradijesen los principios que los go· biernos libres de América habían establecido como regla invaria– ble de su conducta". "Si aquella proposición no nos trajese a la memoria la políti· ca que observaron las cortes de Cádiz, aún en la época de sus ma– yores conflictos, y cuando el liberalismo de sus ideas tocaba en la raya de un entusiasmo democrático; si ella no estuviese de acuer– do con el lenguaje que acaba de usar el rey en su proclama a los habitantes de ultramar, en que, después de algunas magníficas pro· mesas, hechas sin garantía, y prodigadas en los transportes de su forzado arrepentimiento, concluye amenazándonos con la indigna– ción nacional, si rehusamos someternos a la constitución; -se po– día creer que ésta no era sino una tentativa ministerial; cuyo ob– jeto sólo fuese recibir de nuestra parte la repulsa, para proponer sin violencia nuevos principios. Pero hay un conjunto de circuns– tancias que no permiten dudar que aquél es el verdadero espíritu del rey, y el punto de contacto que tienen entre sí los liberales del año 12, los serviles que los proscribieron en 1814, los constitucio– nales de una epoca actual, y, en fin, todos los partidos que el pa– triotismo o las pasiones pueden suscitar en la Península". "Precisados los diputados del virrey a declinar de aquella pro– posición, hicieron otras varias, reducidas a que el ejército de mi

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