Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

,604 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ to, en conformidad al art. 3!' del armisticio celebrado en 26 del pasado y fenecido el 4 del presente. Al avisar al virrey de Lima mi resolución, cerré el oído a mis sentimientos, y sólo escuché la im– periosa voz de mis deberes. He abierto la campaña; y, ya que se han frustrado mis esperanzas, al menos haré ver en ella que es po– sible hacer la guerra con energía y con humanidad". "El virrey de Lima, en su última contestación, encarece sus de– seos de dar la paz a los pueblos de América; pero expone que, te– niendo una voluntad superior que observar, y ligado por los em– peños de su público ministerio, no ha podido ofrecer otros parti– dos para poner, al menos, un paréntesis al curso de las desgracias. Yo hago justicia a sus sentimientos personales, y no tengo repug– nancia a creer que su sinceridad llegue hasta el grado en que em– piezan sus relaciones oficiales. También añade en su nota que, si se puplica esta correspondencia tal cual ella ha sido, se somete al voto del mundo imparcial, para que él decida a quién tendrá que reprochar la humanidad sus ulteriores desventuras; y poco antes asegura, como para fundar la consecuencia que anticipa, que él ha ofrecido desarmar su ejército, si yo hacía lo mismo con el mío". "En el curso de las negociaciones de Miraflores, no se indicó a mis diputados el plan de desarmar ambos ejércitos; sino sólo, el ae no aumentar sus fuerzas, en el caso de que se ajustase una con– vención bajo las bases propuestas por una u otra parte; y ni en las seis proposiciones que hicieron los diputados del virrey el 27 del pasado, ni en las catorce que comprende su nota del 30, hay la más leve inaicación sobre el hecho que se supone. Y o siento tener que hacer esta observación, para alejar las dudas a que podría inaucir mi silencio". "En resumen, las proposiciones del virrey de Lima han sido, o totalmente inadmisibles, o desnudas de una verdadera garantía. El juramento de la constitución española sería una infracción del que hemos hecho tantas veces al Eterno en presencia de la Patria. La evacuación del territorio que ocupa mi ejército y su retirada a Chile, bajo la condición de indemnizarse recíprocamente los gastos causados y los perjuicios sufridos, no haría sino prolongar la ansie– dad de los pueblos y añadir a la incertidumbre nuevos peligros. La tregua, hasta el resultado de las negociaciones que se emprendie– sen en Madrid por los comisionados de Chile, no tiene, ni puede tener, una perfecta garantía, habiéndose rechazado la interferencia que se propuso por mis diputados. Entre un gobierno acostumbra– do al dominio, y un pueblo cansado de experimentar la vanidad de sus promesas, es preciso que las garantías deriven de un principio

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