Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
ANDRES SANTA CRUZ 85 Hízolo en la condición de alférez de caballería, nombrado in– continenti ayudante de campo del brigadier arequipeño don José Ma– nuel de Goyeneche y Barreda, a cuyas órdenes hizo la campaña del Desaguadero o Huaqui, y en seguida la del Alto Perú, como hizo casi todas las posteriores de esa altiplanicie con Pezuela hasta al– canzar la clase de teniente coronel de caballería. Capturado en 1817 por los argentinos en Tarija, y llevado por éstos al depósito general de prisioneros españoles de Las Bruscas, pudo, a fuerza de astucia, evadirse y escapar por tierra, hasta el Brasil. Tras multitud de sufrimientos, peligros y peripecias en ese territorio, tocó al fin en Río de Janeiro, de donde pudo restituirse al Perú en 1820. Con el prestigio de que le rodeara aquella larga y penosísima odisea, fué, recién llegado a Lima, nombrado por su antiguo general, ya virrey, comandante militar del puerto de los Chorrillos, y luego subcomandante de la costa sur, o sea segundo de Químper. Llamó– sele a muy poco a comandar el escuadrón de milicianos de a caballo de Carabaillo, cuerpo que procuró poner en regular pie de disci– plina, y con el que vímosle salir hasta Lurín, comprenso en la divi– sión de vanguardia dirigida por O'Reilly. Eran los instantes en que San Martín desembarcaba en Paracas y ocupaba el pueblo y el puer– to de Pisco con su ejército. Reembarcada la Expedición Libertadora con destino a Ancón, y replegada a la capital la división a que pertenecía el escuadrón de Santa Cruz, fué, en noviembre, con su tropa y con el propio O'Reilly, destinado, según ya sabemos, a expedicionar sobre el Cerro de Pas– eo; punto en el que hubimos de encontrarle y desde el cual hemos t nido que seguirle, en este memorable día 6 de diciembre de 1820. VII Lavalle, presuroso, sin más compañía que la de un ayudante y dos asistentes, cóntituyóse en el paraje en que, ya entregados a fra– terna plática, aguardábanle Suárez y Santa Cruz. Al partir, había dado al resto de su escuadrón la orden de apretar el paso, hasta reunirse con la descubierta de Suárez, por si hubieran de prevenirse cualquier ardid traidor o inesperado riesgo. Frente a frente el comandante de los granaderos argentinos y el de los Dragones de Carabaillo, y tras las presentaciones de estilo, di 'ronse a larga y amistosa conferencia, en que, por fin de fines, acordóse la incondicional rendición del cuerpo realista en retirada, u d de 1 j fe hasta el último clarín, con armas, estandarte, muni- ione y cuanto tenía". Componía e de ciento treinta plazas bien
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