Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

A DRES SANTA CRUZ 87 pleo" (6); nombrado comandante militar de la provincia de Caja– marca; enviado, con tal nombramiento, a Trujillo; allí utilizado, al paso, por Torre Tagle, en la sofocación del movimiento reaccionario de Otuzco; ocupado en reclutar y organizar fuerzas en Cajamarca; Lambayeque y Piura; y, puesto a la cabeza de la división constituída por las mismas, enviado al Ecuador en auxilio y refuerzo de Sucre, hasta tener preferente y gloriosa participación en la batalla de Pi– chincha, ganada contra los realistas de aquella presidencia el 24 de mayo de 1822. VIII ¿Qué era, entre tanto, del confiado, presuntuoso y desdichado brigadier don Diego O'Reilly? Se ha visto que los naturales indios, congregados en los picos y laderas que rodean la ciudad, concurrieron al espectáculo de san– gre y a esa ostentación de heroico valor que desenvolvíanse a sus pies. Ganados desde mucho antes a la causa de los triunfadores, no bre sus autores( pues, como dice el proverbio, quien hace un cesto puede hacer un ciento), no quise echarme esa mancha, sobre mi nombre, porque así habría sucedido ante la opinión de ambos beligerantes, deseché la idea por desdorosa. En este sentido hablé a la tropa, explicándole el concepto; y todos se cor vinieron unánimes, porque también le prometí hacerlo a í presente al gener: 11 San Martín, quien no dudaba cumpliese las promesa que había hecho en sus proclamas a las tropas del ejército real.- 4~. Yo, como americano, y de de muy atrás, abrigaba las más positivas simpatías por la cau a de la eman ::ipación, porque me había llegado a con encer del perfecto derecho de la Ar.11érica, y de su inmenso poder, así como de la impotencia de la E paña y de la nulidad de sus recursos. Veía el desacuerdo y ca i anarquía entre el irre ¡ y los mismos generales y jefes europeos, unos absolutistas otros con litucionales; anarquía que ahora la emos patente con la deposición de Pezu.~la. Veía, al mismo tiempo, los progre o que hacía, y nadie duda que seguü·á haciendo, la revolución del Perú, bajo la protección del ejército y la direcuón de un general que, con tan hábil golpe de ojo, con tanta firm za concibe y ejecuta el más trivial de sus planes. Veía que, cuando él abandonó u ca1Tera en Europa, lo hizo como americano, por amor a la sagrada cau– sa de nuestra tierra. ¿Y por qué no hacerlo o, en la ocasión que se me pre– sentaoa? - E tas otras infinita reflexiones se agolpaban a mi mente en esos ,nomentos. Ellas me iluminaron. Por ellas preferí entregarme prisione.. ro; y .l.SÍ me tomé la libertad de decírselo al general (San Martín), delante de los se..6.ores Monteagudo y Guido. Y la mejor prueba del acierto de mi resolu. ción ES el puesto en que me hallo colocado .- E tas son las explicaciones que ofrecí a Ud.; y, como ahora ya es innecesaria u r erva, autorizo y ruego a Ud. q· te las tra mita a u compañero , toda ez que e le pre ente oca ión". Apunies póstumos cit ., pág . 517 a 519 . (6) Roca, opu c ., pág. 515 .

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