Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
VUELTA A LA COSTA Y REINCORPORACION EN EL CUARTEL GE ERAL 99 IX Sea de ello lo que fuere, si -como otra vez hemos expuesto- la historia se halla en la obligación de contemplar y discernir, no lo que se pudo o debió hacer, sino lo que realmente quedó hecho– nada ni nadie serán parte para hacernos desconocer o desmedrar el mérito efectivo residente en concepción tan amplia, tan osada, tan eficaz y trascendente, como esa que, al impeler y hundir la división volante en nuestro Perú central, realizó el vencedor de Chacabuco y San Lorenzo. ¿Cómo pudo suceder que el gran capitán, a quien jamás vere– mos arriesgarse en choque alguno cerca de Lima, por temor de cualquier pérdida, total o parcial, de fuerzas; y ésto, hallándose ' l mismo a la cabeza de sus veteranos - cómo, decimos, pudo suceder que hombre tal atreviérase a afrontar las eventualidades y peligros de un desprendimiento, ascendente al cuarto de sus tropas lan– zando a éstas en lo desconocido y poniéndolas en situación de des– hacerse? ¿Era que confiaba demasiado en las dotes estratégicas de Arenales? ¿Era que contaba con la imprevisión, la necedad, la inu– tilidad de los corifeos enemigos? X Todo ello pudo ser; pero lo efectivo es que el pasaje, si rápido, glorioso, de la división Arenales por el interior del Perú, fué algo así como un relámpago de pungente y plácida luz, de revelación supre– ma, palpable y elocuente, con que infundiéronse la fe, el consuelo y la confianza en el espíritu de los redentores presuntos; así como un latigazo de fuego descargado sobre las espaldas del azorado ogro peninsular; - y que sus marchas y triunfos importaron un desqui– ciamiento para el régimen, hasta entonces reputado irreductible, in– vulnerable; pero, en seguida, y aun más con la significati a retirada de La Serna en junio del año siguiente, y con el absoluto abandono de la capital, deprimido en su prestigio, deslavazado en su integri– dad moral y política, refregado en su orgullo, herido de impotencia, de humillación. Ver a un pequeño número de huestes atra esar, no sólo incólu– mes, sino retantes, impávidas y aun triunfadoras, los má recóndi– to desfiladeros y e carpadas cresta de los Ande ; erguirse a las espaldas de las tropas reales capitolinas, así descubiertas en un gran
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