Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
182 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ la Unión, cae muerto de un pistoletazo que le asesta, cuerpo a cuerpo, el propio Brandsen. La primera mitad realista, repelida por arremetimiento tan furioso, retrograda y contrapecha a la se– gunda, en el instante mismo en que los Dragones del Perú de An– drés Garda Camba, llegando a carrera tendida sobre la retaguardia de los de Sócoli, penetran en aquel callejón sin salida, y chocan contra los de la Unión y los reempujan, y los dejan apre~ados de aquel modo entre sus precedentes y ulteriores compañeros. ¿Adelan– tar? Imposible ¿Pasar? Mucho menos! ... Obstruída la estrechura por los soldados de Sócoli, que, acuchillados y diezmados retroce– den en pleno pánico ante la embestida indominable e indominada de los patriotas; sin desahogo, los de retaguardia, ni salida alguna lateral, vedada por los paredones que eminentes se alzan a la dies– tra y la siniestra, el denuedo defensivo de los recién venidos resulta una quimera, en que no es dable pensar. Fiera, incansablemente aco– metidos, casi degollados a mansalva, los dragones de la Unión se aturullan, se entrecruzan, se enredan, vuelven caras, retroimpelen a los bridones subsiguientes, que, atropellados estrechados, reem– pujados a su vez, por las filas delanteras - alebronadas y positi– vamente fugitivas - buscan su contrasalida bajo la lluvia de tajos y mandobles que sobre ellos descarga, sin miedo ni devolución, el adversario. La gritería es espantosa; el desorden avérnico; la con– fusión, inenarrable. Un remolino, un ciclón animado de hombres y caballos, soldados, oficiales y jefes, repleto el callejón invadido por patriotas y realistas ... Al fin, éstos últimos, tocados por el terror, o desfallecidos por la convicción de que toda brega es su– perflua, ineficaz en tales condiciones, se disparan del encallejonado a la llanada trasera, en huída incontenible e ignominiosa. Los pro– pios jefes se desatan a carrera abierta detrás de sus jinetes, con el deseo y la esperanza de reordenarlos en la pampa exterior a la ta– pialería, y volver con ellos a la carga. ¡Ilusión, ilusión, pura! Los dragones de Sócoli, y lo mismo los de Camba, corren, vuelan sin intermisión. Tras ellos, en persecución sin tregua, los cazadores de Brandsen, que en su ímpetu persisten tras los fugitivos hasta los aledaños y suburbios del pueblo. Para contener aquella rota, Valdés y García Camba se ven forzados a desplegar en guerrilla la infantería del Numancia, y mandar que su propia caballería sea recibida a balazos. Por dicha para los jefes españoles aquel inesperado y nu– trido fuego de fusilería produce el doble efecto de contener simul– táneamente la fuga realista y la persecución patriota.
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