Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
184 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ el entusiasmo y la sed combativa del ejército, ganoso de emular la gloria de Brandsen y celoso de los grandes éxitos de la división de Arenales. Pero San Martín, reservado como un sepulcro; severo, impenetrable, hermético, a la manera que las naos de los santuarios egipcios; San Martín no fincaba su plan en la acción, sino en la propaganda; no en el choque de los combates, que pudieran, en un día, desbaratar la pertinaz labor de muchos años, sino en el encau– zamiento de las corrientes de opinión y en el estímulo de las fuerzas reaccionarias palpitantes del país; dejando al tiempo, a la cons– tancia~ a la paciencia, la obra, tardía, pero segura, de pulverizar el fantasmón, semidesvanecido ya, sacudido, tambaleante, del régimen realista. Pronto tendremcs oportunidad de explicar, esclarecer y hasta justificar en gran parte, aquel pensamiento sofrenado y el propósito calculador del héroe; y digamos únicamente, por ahora, que ellos fueron el motivo y la razón de no haberse producido, ni tener hoy, en consecuencia que narrar - en el dilatado octomestre de su de– tención en Huaura y los alrededores - nada más que combinacio– nes y ventajas, defecciones y encuentros, acciones y triunfos mera– mente parciales, que, si no daban intenso empuje a la campaña, ni finalidad rápida, decisiva a sus multiplicados episodios e inciden– tes, significaron siempre pasos seguros, avances definitivos, etapas (silentes y cuasi temerosas) efectivas, infalibles,_en la persecución y realidad de la ilusión magna del prócer, consistente en suponer que la guerra emancipadora del Perú, su término y desenlace, se hallaban fincados en la toma y ocupación sine sánguine de Lima. Claro es que el ejército habría de desesperarsei protestando y murmurando sotto voce contra ese prurito de expectación, y contra las que juzgaba timideces, vacilaciones y contemporizaciones de su jefe. Natural, también, que la audacia, el heroísmo y la acome– tividad innatos de lord Cochrane, condenasen, a voz en cuello, a grito herido, ese papel de león atisbador y acobardado, converso en zorro astuto, o en topo subroyente, aunque pertinaz. Pero nada de ello importaba a un carácter rígido, indomeñable, como el del ex– gobernador de Cuyo, aferrado a sus determinaciones misteriosas y objetivos estratégicos, lejanos, incomprendidos casi, pero certeros, matemáticos; desdeñoso de las impaciencias de sus soldados, so– frenador de sus ímpetus y fogosidades de vivac y gran domeñador del noble espíritu de gloria, o de las ciegas ansias de aventura de sus rivales y tenientes.
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