Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
12 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ nos, aproximábase por instantes al punto en que, sin precaucwn ni desvelo previsores refocilábase en confianza plena el adver– sario. No deteniéndose, por su parte, sino el tiempo estrictamente preciso para abrevar, pastar y dar desfogue a su caballada, pú– sose en menos de tres días. del lado allá de Changuillo; y, en la fecha ya apuntada ( 15 de octubre), presoo.tóse de súbito en las cercanías de Nasca. Era la misma fecha en que las famiias emigradas caminaban de este pueblo al de Acarí, y en que Químper preparábase para marchar, con destino igual, el día siguiente, 16. Fuera absoluta y aplastante la sorpresa, a no haber impor– tuno gañán advertido a los realistas de la aproximación de tro– pas armadas ,, que, sólo por el aspecto, comprendió contrarias a las que habitualmennte conocía. Cosacos de línea y milicianos andaban dispersos por las calles; de modo que, recibida la señal de alarma, apenas si tuvieron tiempo para reunirse, porque Rojas no les dió respiro. Dividió éste sus fuerzas en tres partes: una, de cuarenta ca– zadores, al mando del capitán Lavalle; otra, de igual número, a las órdenes de Federico Brandzen; y la ter~era, de ochenta infantes a las del teniente Suárez. Hizo que este último descri– biese una curva hacia las afueras, hasta colocarse a retaguardia de la población y de los realistas, a fin de cerrarles el paso en cualquiera fuga o retirada; y cuando calculó qtle stl área y sú gente estaban instalados en el punto convertiente, dió la voz de ataque y degüello con la banda de clarines. Eran, más o menos, las cuatro de la tarde del citado día 15 de octubre. XII Los Cazadores de a caballo, a pleno correr, con los bravos Brandsen y Lavalle a la cabeza, alentados y seguidos inmediata– mente por Rojas, que en persona disparóse también de frente del resto de la columna,. cruzan como una exhalación las calles del poblacho, sableando y matando retrasados; y caen como una tromba sobre el núcleo de los soldados españoles que en esos momentos procuraban reunirse. No organizados todavía los unos, no montados siquiera los otros, no armados éstos, atolondrados aquéllos, sorprendidos todos, en pleno desorden, sin sus jefes, mutuamente entontecidos por el apuro y la confusión, por sús propias carreras, órdenes, llamadas y gritos- vuélvese aquello,
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