Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
ARE ALES EN ICA 13 instantáneamente, pura dispersión ignominiosa, fuga deshecha y atroz carnicería. Los que salen del poblado, camino de Acarí, dan en las ga– rras de la infantería de Suárez que, como un muro de fuego, cie– rra la senda a balazos. Los que retroceden ante ese inesperado obstáculo, ruedan bajo el sable de los cazadores. Los setecientos cincuenta hombres de Químper desaparecen, así en un santiamén. Apénas si unos cuantos soldados de caballería, precedidos por el corop.el realista y por el conde, que logran cabalgar y escapar de los primeros, se pierden entre las arenas y montículos del de– sierto próximo de Yunga, y vuelan, vuelan sin intermisión hacia el mediodía. Rojas y su gente quedan dueños del campo, así en el pueblo como en lo~ alrededores, en que cuentan quince heri– dos y cuarenta y un muertos contrarios; cogen ochenta y ocho prisioneros, seis oficiales inclusive; y capturan trescientos fusiles, gran número de tercerolas (21) armas blancas (lanzas, sables, etc.) y los equipajes intactos de todos los jefes y oficiales enemigos. Ro– jas, satisfecho puede, en el parte correspondiente, decir a su Supe– rior: "Cada soldado nuestro, hoy día, es un Hércules para estas gentes"; y tal, en efecto, es la impresón que los infantes y caza– dores patriotas dejan en el ánimo de espectadores y vencidos. Los hijos de Nasca celebran la victoria con toda clase de ma– nifestaciones y regocijos, y se placen en atender a los soldados de la patria con cuanto está al alcance de sus facultades. XIII -¡:::,.- Toma la tropa el rancho; dáse a la caballada el pasto y repo– so que ha menester después de tanta fatiga; y, ya entrada la noche, Rojas expide nueva comisión hacia Acarí. Los nasqueños le han dado aviso de que en esos momentos atraviesan los meda– nales de Tunga, tanto las familias escapadas de lea el día 6, como el convoy de equipajes, armas y municiones enviados delante por el coronel Químper. Llama al valiente Suárez, y le ordena perse– guir y tomar a los fugitivos y traerle aquel cargamento, que, por supuesto, calcula útil y valioso. Suárez, que, según uno de sus conmilitones, "busca una ocasión para lucirse" (22), sonríe de gozo al recibir la orden; monta a sus treinta cazadores; parte lleno de entusiasmo; camina la noche entera; vence el arenal de Tunga, largo de veinte leguas, que demora entre Acarí y la Nasca; (21) Carabinas cortas de caballería. (22) Roca, Apuntes y Revista cits. pág. 260.
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