Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
INFORMACIO... Y PROPAGANDA 231 XI La presencia del vencedor de Chacabuco y Maipú; la fe ciega inspirada por sus virtudes, altísimas dotes y gloriosos anteceden– tes; lo perentorio de sus proclamas, documentos oficiales y misivas secretas; la invasión, ya efectiva, cierta, palpable; sus éxitos, no pequeños, sino multiplicados, así en la costa como en las serranías; lo inminente de una embestida, que ponía en cuidados serios a los dominadores friseculares; la seguridad del triunfo definitivo, que se contemplaba o suponía próximo; el ambiente de ilusión y de esperanza, flotante en todos los espíritus devotos de la autonomía regional; en una palabra el cambio absoluto operado en las cosas y las circunstancias: todo se resolvia en una serie de fuertes estí– mulos, excitadores y aguijoneantes del entusiasmo y de la activi– dad de los patriotas limeños. Multiplicaron sus tenidas las logias independientes, que, como sabemos, efectuábanlas, ya en las celdas de los padres del Oratorio, ya en la casa del Deán, ya en la de Riva-Agüero, ya en la del conde de la Vega del Ren, ora en la de .la marquesa de San Míguel, ora en la de las hermanas Guisla, ora en la escuela de la Rifa, etc. El ojo atento de la policía, y determinados arrestos decretados contra personas realmente comprometidas, o relacionadas de cerca con los conjurados - y hasta contra algu– nas señoras respetables como la Est8.cio y la Nogareda - demos– traron la necesidad de celebrar aquellos conciliábulos en lugares menos públicos y centrales; o, si centr~les, menos susceptibles de sospecha y de vigilancia por su propia proximidad al palacio de nes que el general del Ejército Libertador dirigía a lo jefes americanos que tenían la desgracia de servir en las filas del ejército opresor"; que "rmo de los que recibieron un oficio fué el general La Mar"; y que fué Rosa Carnpusano quién "tornó ese oficio'', fué a palacio, y, "con el pretexto de hacerle una so– licitud a La Mar, le pidió que la oyese en secreto, en lo que La Mar convino". Y agrega que "la Campusano dejó, sobre el sofá en que estuvo sentada, el consabido pliego, que el general encontró poco después que la interlocutora se retiró, evacuada su fingida pretensión". Por supuesto que La Mar "leyó su oficio y a nadie habló una sola palabra, procediendo con d~gnidad y como caballero; conducta que observaron Llanos, Otermín y demás jefes "ameri– canos" (excepto Landázuri) a quienes la propia Campusano y otras patriotas entregaron las respectivas comunicaciones llegadas del cuartel general de Pisco.- Anotaciones cit., págs. 55 y 56.- La aseveraci6n de Mariátegui, en éste como en otros casos, es por todo extremo fidedigna y valiosa; tanto más, cuanto que el mnemógrafo en cuestión afirma haber "sido él mismo quien ha– bía hecho entregar a La Mar el oficio de San Martín", valiéndose de la Cam– pusano, como ya se dijo.- Loe. cit.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx