Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

CAPITULO II SEDUCCIONES Y DESERCIONES I Una de las razones que más influyeron en el ánimo de Pezuela para extraer y alejar sus fuerzas de Lima, estableciéndolas en el campamento fortificado de Asnapuquio, fue la necesidad de aislarlas de todo contacto con el vecindario; sustraerlas del ambiente de secesión, insurgencia y antiespañolismo, cada vez más pronuncia– dos en la capital; y suspender, si aún cabía lograrlo, los efectos de la sugestión, desorganizadora y disolvente, que, casi a ojos vistas, ejercitaban los independientes limeños sobre las tropas americanas del ejército español. Dolorosas habían sido las muestras de esa propaganda subrep– ticia, que en ocasiones frisó con un verdadero desbande. No hay para qué recordar aquellos motines y deserciones que, no extraños por supuesto a la seducción de los patriotas, surgieron en los años precedentes, como resultado de la inquietud y el descontento, de la conmoción y la rebeldía generales, que parecieron constituir una dolencia anímica en el continente americano, a partir del sacudido trienio de 1808 a 1810. La sublevación del regimiento de Extrema– dura, en la Recoleta dominicana de Lima, el 17 de noviembre de 1815; el desbande, en Pisco, de todo un destacamento del Dragones de la Unión, en julio de 1816; los motines surgidos en uno de los batallones del regimiento Burgos, y entre los soldados nativos del "Infante don Carlos", reclamando cor.. violencia, su licenciamiento del servicio; y otros escándalos parecidos, en el seno de las que repu– tábanse más disciplinadas y fieles unidades de las tropas reales, habían sido fruto primordial de aquel espíritu genérico de reacción que, en todas partes, en la Península misma, era distintivo de los tiempos; y que en ultramar culminó, el 18 de enero de 1820, con la revolución liberal de Cádiz, encabezada por Riego y por Quiroga. Contrayéndonos exclusivamente a los años de 1820, y 1821, en que se ocupa de preferencia la presente obra, diremos que la enun-