Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
CAPITULO III SEDUCCIONES EN MASA.- EL "NUMANCIA".- LA GUZMAN. 1 El más bríllante de los cuerpos con que los realistas ufanában– se en su emporio de Lima, era el llamado batallón 1 'Numancia 11 , en su totalidad compuesto de oficiale~ y soldados de América (oriun– dos de Venezuela y de Nueva Granada), y llegado al Perú el 6 de julio de 1819. Había sido formado en 1813, en la ciudad de Barinas, capital de la provincia de Maracaibo, bajo la dirección del tristemente céle– bre teniente coronel don José Yañez; tomado parte en las sangrien– tas guerras de la independencia de Colombia, siempre en contra de la causa de la libertad de aquel Estado; convertido en uno de los más leales, fervientes y temibles antemurales del despotismo (1); distinguido por su saña y crueldad contra los patriotas (2); y, ya transformado en regimiento, con un efectivo de mil quinientos hom– bres, incorporados en la división del brigadier don José Sebastián Calzada; participando en la campaña llevada por Morillo a las (1) La victoria de Cachirí, de 15 de febrero de 1816, en que resultaron li. teralmente aplastados los patriotas, debióse, casi exclusivamente, a la discL plina y el arrojo de los ya acreditados numantinos. Eran éstos el engreimien– to de Morillo, que procuró, ya no sólo el bienestar de los individuos perte– necientes al regimiento en cuestión, sino su lujo y brillantez. El uniforme del cuerpo, encargado expresamente a La Habana, de donde fué a traerlo un ca. pitán Jiménez, costo 200.000 ps.; y a la banda de músicos del batallón se le com– pró un instrumental que costó 30. 000. (2) Muchos de los oficiales del Numancia formaron parte de las famo. sas juntas de secuestro y del consejo de purificación de Bogotá, que tan negra estela dejara en la historia, por haber sacrificado a hombres tan emL nentes como las patriotas Camilo Torres, Miguel Pombo, Manuel Tonces, Jorge Lozano, el insigne Francisco Javier de Caldas y tantos otros. Y cuéntase de un oficial numantino nombrado Joaquín Valdés, que, amarrando a una pobre madre contra un tronco, gozóse en hacerla flagelar por su propio hijo. V. las Memorias de Santiago Pérez de Arroyo .
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