Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

SEDUCCIONES EN MASA 247 a despachar inmediata y favorablemente la solicitua; con lo cual sa– lieron de filas el capitán Luis Urdaneta, jefe de la primera compañía; el capitán Miguel Letamendi, primer ayudante; y el teniente León Pebres Coraero; todos los que, días después, obtuvieron permiso pa– ra salir del territorio y restituirse a su patria, Venezuela. Ya veremos a Pebres perseguido y salvado en la escuadra de Cochrane, por haber intensificado, desde fuera, su labor ae seducción y zapa inveteradas entre la tropa y la oficialidad del Numancia; a Urdaneta y Leta– mendi, llegando a Guayaquil y permaneciendo en ese puerto; y a todos tres tomando activa parte en la proclamación de la indepen– dencia del Guayas, el 9 de octubre del mismo año de 1820; y diga– mos tan sólo por el instante, que, en sustitución de los oficiales, salientes, dióse de alta, con dos españoles, a un peruano: el futuro general don Carlos Allende. V Gozosamente recibido por sus correligionarios y conmilitones realistas, hízose bien pronto objeto de las complacencias virreina– les; tanto más, cuanto que, en presentaciones públicas, ejercicios y maniobras, resultó ser unidad inmejorable, no sólo por la dis– ciplina y la organización, la perfecta euritmia y la marcialidad; sinol más que todo por la pericia y la destreza. Era de ver, con la satisfacción oficial más viva, aquel conjunto "crecido de jóvenes robustos, en lo general de buena estatura, bien uniformados, con adornos de plata en la banda y los morriones de sus brillantes com– pañías de preferencia"; y cuéntase que, en cierto simulacro, "los fuegos de este batallón admiraron de tal modo, que el coronel del regimiento del Infante, don Juan Antonio Monet, dirigióse al co– mandante Deigado elogíandole el armamento; y que éste contestó; superiores son los que lo manejan" ... (8). Poco duraron, con todo, esas complacencias y engreimientos, según se pasa a exponer; porque los patriotas limeños diéronse a la catequización y conquista de los numantinos, siguiéndolos, aqué– llos o sus emisarios, dice Paz Soldán, "a dondequiera que iba el batallón por causa del servicio, procurando hacerse de la confian– za de la ·oficialidad y de la tropa"' (9). Y, en efecto, -Mariátegui, Riva-Aguero, el R. P. Carrión, del Oratorio; los presbíteros Maria– no José de Arce y Joaquín Paredes; los doctores Fernando Urquia- (8) Mendiburu, Diccionario, t . III, pág . 8. (9) Op. cit. t . I, pág . 101.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx