Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

268 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ y salieron tan dichosamente, que nadie dióse cuenta en esa noche de lo que acababa de suceder. Los nueve detenidos, sus nueve cen– tinelas de vista, el sargento Portocarrero y tres de los guardias de la prevención, con Juan de 1a Cruz y su hermano por expertos guías, salvaron la rampa de la fortaleza; dirigiéronse a Bellavista, donde aguardábanlos sus salvadores; pasaron, montados ya, a la Magda– lena; y, abandonando, en fin el risueño pueblecito (hoy denomina– do "Magdalena Vieja"), perdiéronse, camino de la capital, hasta re– fugiarse en la huerta, ya mentada, de Matamandinga. Todos los soldados escapados con los numantinos por temor a 1as consecuen– cias de su complicidad, hiciéronlo con sus armas; las mismas que, con caballos y monturas - de número a primera vista sospecho– so - fueron escondidas en los lugares y las chcacras adyacentes. Aguardóse, como era natural, de un momento a otro, un asal– to de fa policía española. Al efectuarse éste, los fugitivos habían de– saparecido. Era que, en el instante preciso, metiéronse, con el agua hasfa el cuello, en la anchurosa acequia y bajo puente-alcantari– lla que, cruzando el camino de Chorrillos primero y el extremo meridional de la Huerta de Matamandinga despues, corría, en aquel entonces, hacia e1 lado sur, de la pequeña hacienda occidental de las Cabezas, a la oriental, más extensa, de Santa Beatriz. Alejada la fuerza realista, sin encontrar indicio de la oculta– ción, los asilados tornaron a la casa-huerta de Juan Portocarrero; trasladáronse en la noche siguiente, rasando el lienzo exterior de la muralla, a la casa-panadería del Dean (de José Flores), empla– zada, como otra vez se dijo, frente a la boca-calle sur de Monopin– ta, en plena calle de San Jacinto, y sobre la distancia media de las portadas del Callao y de Juan Simón; escapáronse de aquel nuevo escondite, uno por uno, a diversos hogares limeños (17); y, tad de los oficiales limeños salientes, los fugitivos evadíéronse por la misma puerta principal, de dos en dos, con un intervalo de cuatro minutos para ca_ da pareja, prefiriendo (copiamos casi literalmente) morir en el acto, a ser fusilados después, con toda seguridad, al pasarse el batallón, como promo– tores de la defección de éste. Huir o morir, añade el artículo citado, fué la consigna que los patriotas de Lima trasmitieron a los presos. (17) Se ha dicho ya que, mientras Febres Cordero era ocultado en casa de Gertrudis Coello y luego embarcado por Chorrillos, otros oficiales nu.man. tinos persegliidos eran, a su vez, escondidos en este orden: Pedro y Remigio Torres, en casa de las Guisla; Geraldino, eh la habitación del Dr. D . Manuel Escolano Concha; Cuervo y Bustamante, al principio, en la de Mariátegui, y luego en la de ·Ios ,presbíteros Arce · y Paredes. Cuervo y Bustamante cayeron e'n·mános de los· españoles al cambiar ·de refugio (27 de octubre), y existe

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