Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
310 GERMA LEGUIA Y MARTINEZ iban con él se ahogaron, y los otros dos cayeron en manos de los realistas. Sólo Vidal se escapó a Supe, pueblo de su nacimiento, donde permaneció oculto, pero no ocioso. Tuvo frecuentes reunio– nes con los jóvenes de su conocimiento que merecían su confianza; acordaron un plan para sorprender un destacamento realista de treinta y ocho hombres de caballería; y una noche Vida! lo llevó a efecto, triunfalmente, con doce hombres de su pueblo. Surtido, por este medio, de armas y caballos, no halló dificultad en formar una guerrilla, con la cual principió a operar ofensivamente, mar– chando hacia Lima por el pie de los Andes; aumentando su núme– ro y sus recursos, en consecuencia de sus oportunos y bien acer– tados golpes; y, llamando la atención de los realistas, produjo un servicio importante" (6). Notable fué la sorpresa de Supe, a que se refiere Miller en las líneas precedentes; sorpresa cuyo relato, oído de labios del propio Vidal, nos ha trasmitido la brillante pluma de Juana Manuela Go– rriti, como primera de las hazañas consumadas en el Perú por la guerrilla del héroe de Valdivia. Estaban en el pueblo de Supe más o menos cuarenta dragones de caballería (7), ocupados en la requisa de bestias de silla por aquellos valles; bestias con las que deberían retornar a Huaura, para allí reunirse con el batallón de Burgos y otras fuerzas realis– tas, destacadas a órdenes del coronel Zevallos Escalera, para re– chazar, como sabemos ya, los desembarcos e irrupciones de Cochra– ne. El cuartel en que los dragones se alojaban era una gran casa, de dos patios, circundados de altísimos paredones o muros. Era la madrugada en que tal fuerza debía partir. Vidal, en esa noche, concibe una de sus gloriosas osadías, y la ejecuta en el acto. Reúne a unos diez jóvenes, amigos de la infancia, por él ya catequizados en el credo de la libertad, todos valientes y resueltos como él; y pónese a observar los puntos vulnerables del alojamiento para asal– tarlo y embestirlo. Es el momento en que los soldados del primer pa– tio han corrido al toque de botasilla y alistan sus bridones para salir. En el segundo patio, el resto del destacamento toma rancho en tomo de una grah gamella. Vidal y sus compañeros escalan el muro hacia el punto de unión de los dos patios; lánzanse sobre el centinela colocado a la puerta que los une, lo desarman en un se– gundo; corren el cerrojo; aislan a los de la sección que toma el (6) Memorias, vol. I, págs. 253 y 254. (7) La Gorriti dice, exagerando, que ciento ochenta; pero Miller como acabamos de ver, da el número aproximado, si no preciso.
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