Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
322 GER.rvtAN LEGUIA Y MARTINEZ c10n de las últimas que llegaron a constituirse, poniendo a su cabeza a oficiales del ejército meritorios, a fin de regularizar svs salidas y movimientos; metodizar sus embestidas, enfrenar Jos excesos y extorsiones a que algunas entregábanse, como compues– tas de individuos extraños a todo orden y disciplina (3); y encau– zar e intensificar la acción de aquellas útiles unidades, suelta-, y móviles, por eso mismo ágiles y vivas, bajo una autoridad mo.!e– rada, si respetable, y con un objetivo sistemado, armonioso y común. Ya veremos cómo, primero en los días de la ocupación de Li– ma, y luego a la aproximación de Canterac - descuidando, en uno y otro caso, y hasta suspendiendo las útiles hostilidades iniciadas por las montoneras contra el expresado general y contra el v~ rrey - San Martín ordenó la concentración de tales cuerpos en la capital, condenándolos a la misma actitud de expectación y pa– sividad observada por él; arrancándolos de su papel natural de ubi– cuidad ágil y móvil; y presentándo'los, como si fuesen cuerpos re– gulares, en su línea, algunos de mera descubierta, y la mayoría es– tacionados a retaguardia del ejército patriota, en los días de se– tiembre. Eran tantas las guerrillas por ese entonces, que hubo de llegar– se a determinarlas con un número de orden, a la manera que los cuerpos de línea de un ejército; y así la partida de Francisco Vidal denominóse "primera"; "segunda" le de Huavique; "tercera", la de Quispe Ninavilca; "cuarta" la de Dabousa; "quinta", la de Riquero, etc. (4). Cuando Vidal, llamado a las filas del ejército regular, en el cuerpo de Dávalos - en la persecución de Canterac por Miller, prin– cipalmente en los encuentros y escaramuzas de Macas, como ya ve– remos - dejó la campaña de guerrillas y abandonó su montonera, entregada, desde aquel día a otros oficiales del ejército - canee- (3) "Algunos hombres de malas costumbres, aprovechándose de esas críticas circunstancias se convirtieron en bandoleros, y, para dar apoyo a sus depredaciones, tomaron el nombre de comandantes de guerrilla - montone. ra - y, cubiertos con este título, imponían contribuciones, oprimiendo a los pueblos; quitaban a los curas los diezmos y primicias; desterraban, haciendo por fin odiosa la santa causa de la independencia. Muchos patriotas renega– ron, sólo por odio a esos detestables bandoleros: entre ellos figuraban, en primer lugar, Alejo Pérez y el indio Velazco". Paz Soldán, Historia cit., t. I, pág. 288 .- El indio Velazco de que se habla en la cita precedente no es el fusilado en Huamanga por Carratalá, jefe - aquél - morochuco, tan mode– rado cuanto vale.roso, de quien el propio Paz Soldán dice que Carratalá, al uL timarlo, hízole colgar al pecho el cartelón de marras, ''creyendo difamarlo" sin conseguirlo, claro es que por su limpia reputación. - Id. id., pág. 154. (4) V. las cuentas de aquel año en los suplementos de la Gaceta Oficial desde agosto hasta diciembre de 1821 . ·
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