Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

GUERRILLAS Y GUERRILLEROS 327 hembra admirable -tanto más admirable cuanto más oscura y humilde - murió, peleando bizarramente en Paras, a los pies de su marido inconsolable; y cómo éste, yendo en pos de la vengan– za, prisionero de Villagra en la Puntilla, traspasado de dolor por la desaparición y ausencia eternas de la compañera irreemplaza– ble, fue - con los pocos fieles amigos que le quedaban todavía - fusilado en la plaza mayor de lea, llevando todos, al pecho, car– teles infamatorios, en que se los tildaba de "traidores, bandoleros, ladrones y asesinos" (14). VI Como muy bien expone en sus Memorias el general Arenales, las montoneras peruanas fueron "el antemural del Ejército Liber– tador, facilitándole el maniobrar desembarazadamente y con co– nocimiento previo de los planes y operaciones del enemigo" (15). Sus "cuarteles principales o centros de acción y dirección, eran - dice aquel mnemógrafo - las quebradas de Canta, hasta Copa– cabana: de San Mateo y de Huarochirí"; y el jefe que San Martín les dió, al cabo, para unificar y armonizar sus esfuerzos y servi– cios en pro de la causa nacional, radicóse en San Mateo, como punto intermediario o céntrico entre las tres quebradas, y en el que una relativa equidistancia facilitaba la expedición de órde– nes inmediatas y la explosión de embestidas y movimientos re– glados, convergentes, armónicos, simultáneos. Así fué cómo las montoneras "rompían y peinaban las lade– ras" del tránsito, entre costa y sierra, para impedir el acceso de los realistas, retirándose enseguida a alturas distantes y escondi– das, después de arrasar los plantíos y los alfalfares, y dejar, de aquel modo, privados de recursos de todo orden a los dominadores del país. Sobre. todo, los pueblos próximos a Lima ofrecíanse desier· tos, como que en ellos desenvolvíase ·lo más crudo de las hosti– lidades. Casas y chozas' " veíanse· todas abandonadas, saqueadas unas y quemadas otras, ora por acertada previsión de sus propios dueños, que extraían sus bienes y animales para refundirlos y sal– varlos en las serranías; ora por los estallidos de rencor y de ven– ganza de los españoles, que ufanábanse de no dejar piedra sobre (14) Miller, Memorias, t . I, pág. 331 ; y Paz Soldán, op . et vol. cit. , pág . 287. (15) Pág. 3 .

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